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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

El sueño dorado de los equipos de bajas divisiones es que le toque un cruce contra un grande en la copa doméstica. Este ejemplo puede darse en cualquier país, en unos con más diferencias entre divisiones que otros. Para los fanáticos de equipo grande es un trámite y hasta un partido incómodo. Porque técnicamente es entre semana, no juegan los titulares y si hay que viajar de visitante no suele ser en un sector con facilidades de transporte. Para los del equipo chico significan la historia del club en noventa minutos sin importar condiciones.

Salvo casos muy avanzados, estos equipos de baja categoría no tienen analista de video. Si acaso algún miembro del cuerpo técnico se pone a ver los partidos del rival que salen por televisión abierta y en alta definición. Para conseguir videos de un equipo que está más cerca del amateurismo que de un título importante hay que ser muy buen scout. Esos partidos se ven en un departamento de análisis del rival y por lo general el informe previo al encuentro es más largo de lo usual: estos equipos suelen tener fallas en cada fase del juego. No es una disputa cualquiera.

Cuando el referí pita el inicio puede parecer que el “pulgarcito” de la partida espera sumiso el golpe de gracia por parte del Goliat, pero esos jugadores por dentro se mueren por apenas completar un pase en las narices de los admirables adversarios. Se juegan una final del mundo. Una vez el Chelsea cayó derrotado en Stamford Bridge ante el Bradford (tercera división inglesa). Al terminar el partido, José Mourinho entró en el vestuario visitante y felicitó a la plantilla vencedora de aquella noche. Me cuesta creer que esos futbolistas tengan una anécdota más simbólica que esa sobre su carrera balompédica.

Otra cosa destacable son los hinchas del equipo de carretera o de un pequeño poblado. Ese día son más regionalistas que de costumbre y a veces se ve más de una muestra de folklore en las gradas. Y es muy divertido que a pesar de estar padeciendo una goleada de escándalo, el descontar un anecdótico 6-1 es motivo de euforia sin igual para esos fanáticos. Y ni hablar si logran el inesperado 0-1. Es normal ver que estos partidos tengan el marcador abultado, a los equipos chicos no les importa tanto conceder goles sino hacerlos. Antes la mentalidad de este deporte era “hacer más goles que el rival”, ahora parece ser “recibir menos goles que el rival”.

Hay algo especial en estos cruces: se enfrenta el que quiere que este partido sea inolvidable y el que quiere salir lo más rápido posible del mismo; los jugadores de un equipo piensan en el rival de la próxima jornada y los del otro equipo están ansiosos de tan solo salir en televisión abierta; los que están pensando en ganar la copa y los que piensan dónde se van a tomar las cervezas después del partido. Estas llaves de copas domésticas nos recuerdan que existe una línea entre quienes trabajan en el fútbol y quienes lo juegan más para disfrutarlo como juego en sí.

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