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Víctor De Abreu (@VicDeAbreu) 

Los grandes futbolistas, como los héroes, parecen destinados a verle la cara a las adversidades para alcanzar la grandeza. Figuras como Eric Abidal, Arjen Robben y Jonás Gutiérrez tuvieron que gambetear en su momento a la mujer que viste de negro. Incluso, el propio Cristiano Ronaldo estuvo cerca de apartarse del fútbol por problemas en el corazón, que requirieron de una operación a corazón abierto cuando tenía 15 años. 
Hoy, el fútbol colombiano vive su propia épica con la historia de Mario González, quien fue diagnosticado el 24 de agosto de 2013 de leucemia cuando cumplía 2 meses de ser traspasado desde Once Caldas al Millonarios de Bogotá, tras un breve paso por Trujillanos.
Durante un entrenamiento, Mario sufrió un desmayo y, luego de los exámenes de rigor, el resultado arrojaba un mensaje claro: sufría de lo que el lugar común llama cáncer en la sangre. 
En ese momento, Mario sintió que el mundo se le venía abajo. Un escalofrío corrió por su estómago y se materializó en forma de nudo en la garganta.
Mario es cristiano evangélico, recurso que le permitió aferrarse a su última herramienta: la fe en Dios. A pocos días de conocerse la noticia, las redes sociales explotaron con la campaña #FuerzaMario, en solidaridad con el mediocampista del cuadro embajador.
El partido parecía complicarse con el pasar los días: Mario ingresó a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Fundación Santa Fe de Bogotá, debido a una hemorragia desatada en su pulmón. A pesar de la cercanía de la muerte, su esposa, Katherine Muñoz, sintió la convicción de que Mario saldría de esta situación.
“No quería que esto fuera público, pero ahora me di cuenta de que toda Colombia tiene que ver el milagro de Mario, van a ver a Mario jugando en la cancha”, dijo Katherine, como si estuviera recibiendo un mensaje desde el futuro.
Pero parecía que esto no sería así. Mario se fue complicando de manera progresiva, hasta el punto de que la muerte parecía estar cerca de cerrar este partido. Sin embargo, Mario pudo resistir los embates y, con el pasar de los meses, su recuperación fue indetenible.
Un año después, el 26 de agosto de 2014, Mario recibió el transplante de médula  esperado. Su hermano, Juan Carlos González, fue el encargado de hacer la sustitución de 2500 células madres, en un proceso que duró varias horas y que dependía de la adaptación de las células a la médula del volante de Millonarios.
La recuperación fue satisfactoria y, el 23 de diciembre, Mario recibió el regalo de volver a pisar la grama del estadio El Campín. Las lágrimas, naturalmente, no tardaron en aparecer. Su vuelta a las canchas parecía cuestión de tiempo.
Finalmente, el pasado martes, 27 de enero de 2015, Mario dio por concluido un partido que duró 521 días, justo cuando tuvo la oportunidad de saludar a sus compañeros, ponerse el chaleco de entrenamiento de Millonarios y realizar un trote suave. A través de la misma red social que desató la campaña en su apoyo, respondió con un emotivo agradecimiento a su principal aliado: “Gracias Dios, que lindo es volver a entrenar, esto es sólo posible contigo… Gracias a todos por estar pendiente y apoyarme gracias”.
Hoy, el fútbol colombiano tiene su propia versión de Ulises. Quizás Mario no tenga la fama de Robben, Abidal o Cristiano, pero lo que sí tiene es el alma de campeón: de esos que luchan hasta el minuto 90 y son capaces de ganarle hasta a la muerte. 

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