Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
En el irregular concierto
de las selecciones sudamericanas camino a Rusia se pueden sacar pocas
conclusiones sobre el rendimiento de cada conjunto. Argentina perece sin Messi, Brasil depende de con qué pie se despierte y Colombia tiene mucho talento, inconexo en cancha. El
crecimiento de el tri es tierra firme comparada con sus similares colindantes.
Con Antonio Valencia como
enlace generacional, los Caicedo y Ayovi
se van entendiendo con los en los Miller
y los Cazares. Con la confianza de haber hecho presencia en tres de los
últimos cuatro mundiales, Ecuador pertenece a la clase media-alta del
continente. Como suele suceder a los ciudadanos de este estrato social, tienden
volverse exquisitos. El prestigio del pasado reciente les da tranquilidad para
seguir creciendo. Si hay un jugador, clave en el sistema del profesor Quintero,
que se desarrolló en esta apacible aura pos-mundialista es Jefferson Montero, un extremo izquierdo de la nueva generación.
La rutina de caza
Para explicar su modus operandi nos vamos la selva a
contemplar uno de los felinos más enigmáticos del reino animal: el leopardo. Para
que no se pierdan, lo que le diferencia de un chita o un tigre es que vive
encaramado en los árboles, y ataca solo. En su rutina de caza, marcha hacia su
presa con sigilo, buscando pasar desapercibido hasta que la misma este en su momento
más vulnerable para atacar -este es un rasgo más propio, un chita ya se hubiese
lanzado al ataque.
Dentro de su estoica
espera, acecha a su potencial víctima hasta que quede alejada del resto de sus
compañeros. Su rapidez es clave para sorprender. Todos en la maleza saben
que el felino trepador obtiene su alimento así y nadie lo puede evitar. Por eso
es tan espectacular.
Los leopardos son muy territoriales, y entre ellos se disputan
los mejores árboles. Si una manada de su especie quiere hacerse con el terreno de uno, este huye sin más
miramientos; la desventaja numérica es sinónimo de retirada.
Fútbol salvaje
Fútbol salvaje
Exigiendo el balón al pie,
Montero también espera en su hábitat para pasar desapercibido cerca de la línea de cal. El
volante busca el uno contra uno con el lateral, donde con un metro de distancia
saca ventaja para centrar hacia Felipao, Gomis o el punta que le pongas. Sus
centros son colgados y lentos, pero se las ingenia para hacerlos sin achique contrario.
Cuando se activa su influencia en el ataque y se ve ante una marca impar da pase
hacia atrás, sabe que no es su contexto –nótese la exquisitez anteriormente
señalada.
Conjugando espacio con
regate hacia afuera, su destreza en el desplazamiento crea una cadencia de
difícil seguimiento por ese costado. Hay pocos futbolistas que combinan
posición con cadera versátil para sacar ventaja en el desborde, situación en la
que es experto, por eso demanda un solo marcador; dos o más suponen un riesgo
de pérdida de balón y una descompensación notable por la banda.
Todos los
laterales zurdos de la Premier League saben que Jeff hace exactamente lo mismo cada partido, pero ninguno lo puede
detener. Por esto es tan espectacular.
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