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Manuel López


El partido de ayer es el claro ejemplo de que, sin Banega, este Sevilla no tiene fútbol. A pesar de tener buenos jugadores en el centro del campo como Krychowiak, Krohn-Dehli o Iborra, ninguno de ellos está capacitado para llevar la manija y el peso táctico de un equipo, quizás porque tienen características totalmente inocuas para la tarea de la que estamos hablando: creación y organización.

Sin el argentino, desde el minuto 1 de partido, los locales tuvieron el dominio absoluto, hecho que no inquietó demasiado al técnico vasco del Sevilla al no inmutarse para buscar alternativas ante la falta de un necesario timón. Solo Konoplyanka, Gameiro y Coke dieron hálitos de vida en ataque, en alguno de los pocos picos de juego que tuvieron los hispalenses ayer.

Aun así, la ausencia de Banega no puede ser tomada como excusa para tan tremenda pasividad nervionense en defensa, dejando muchos espacios a un equipo que ha demostrado a lo largo de esta campaña que juega muy bien al fútbol, y más si el rival es propicio para ello.

Defensivamente, los del Sánchez-Pizjuán solo se mostraron seguros con una línea de presión alta situada en campo rival. Una vez superada esa presión por parte del submarino amarillo, sus triangulaciones se sucedían una tras otra, con el denominador común de una gran velocidad de ejecución que hacía que Krohn-Dehli siempre estuviese descolocado, y que Iborra y Krychowiak fueran retrasando sus posiciones, colocándose cerca de los dominios de Rami y Kolo, y dejando una brecha bastante amplia entre el pivote defensivo y la zona de creación.

Otro de los problemas, como se preveía, a priori, antes del envite, se observó en ambos costados, lugar donde los laterales sufrían ante la superioridad numérica ocasionada por los pupilos de Marcelino en ataque, estando la defensa aurinegra muy pasiva en ambos tantos. A un equipo Champions no le pueden crear esta serie de ocasiones.

Como antes hemos manifestado, la falta de alguien que mandara en la zona de organización fue propiciada por la ingente cantidad de pérdidas de Krychowiak que hacía, indirectamente, que Krohn-Dehli se perdiera en un mar de piernas amarillo y que Vitolo se viese solo cuando se metía hacia dentro para generar espacios por fuera, espacios que, en cambio, sí fueron explotados por Coke, al subir la banda, y Gameiro al moverse con dinamismo para caer a la misma.



Con el 1-0 Emery preparó dos cambios (Mariano y N’zonzi) que estaban pensados para ese resultado, pero que fueron introducidos ya con el 2-0, marcador que cambiaba el guión y no necesitaba a esos dos nodos en el campo. Llorente y Reyes esperaban en esos momentos en el banquillo, a pesar de ser, conjuntamente, la solución más lógica a un problema de Emery que se agravó con la lesión de Kevin Gameiro, fruto de la poca dosificación de esfuerzos del vasco durante este primer tramo de curso con el gabacho.

Reyes se quedó en el banquillo, Llorente entró, teniendo dos ocasiones: una fue gol y la otra, en un córner, la salvó Areola con una gran mano. Quizás entró demasiado tarde para poder asestar un golpe final que, al menos, diese el empate.


Preocupante irregularidad en el juego sevillista que lleva a que su rival en el día de ayer se coloque a, nada más y nada menos, que 8 puntos, una distancia más que considerable.


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