Juan Mercado (@MercadoEscribe) en el @ElDoradoMGN
Hasta
el juego ante la Universidad Católica de Ecuador, la paradoja que afligía al
Independiente Medellín de Leonel Álvarez quedó más o menos clara. El decano
cuenta con una nómina altamente atlética, entre la cual figuran Didier Moreno,
Luis Carlos Arias, John Hernández y Juan Fernando Caicedo. Dicho esto, el DIM
es proclive a destacar en partidos de ida y vuelta donde broten los espacios
para correr. En contraste, Christian Marrugo brilla por un fútbol rumiante, y
entre pase y pausa va forjando una bola de nieve que termina arrollando al
rival. He aquí la paradoja: el frenesí de las mayorías podría terminar obviando
la pachorra del mejor.
Ayer,
después de la victoria ante Sportivo Luqueño en el Atanasio Girardot, pareciera
que en la cabeza de Leonel Álvarez no hubo lugar a paradojas. El entrenador del
Medellín, consciente de la facultad atlética de los suyos, dio rienda suelta a
Goma Hernández, y aceptó la premisa del furor. Ahora el DIM es confesamente
vertiginoso; ahora invade masivamente el área rival y, sobre todo; ahora
Marrugo es más necesario que nunca.
Que
el DIM ataque con desenfreno se traduce en que el capitán ya no es quien
imparte el discurso. Todo lo contrario: la pausa de Marrugo es un matiz, un
detalle, un recurso. Pero el cartagenero, en tanto segundo concepto, es vida
para este nuevo Medellín. Aunque ya no es tan partícipe del cómo atacar, sigue
dictando el cuándo y el dónde, más que nunca.
Independiente
Medellín no es un equipo brillante, ni mucho menos. Ahora que su plan se
decantó por los ataques frenéticos y masivos suele quedar expuesto a sufrir en
los contragolpes. Didier Moreno no resulta suficiente para solventar el
problema. Todo lo contrario: sus desajustes defensivos profundizan los momentos
críticos. No obstante, Leonel Álvarez cuenta con Leonardo Castro y Christian
Marrugo, dos tesoros capaces de hacer ver bien al DIM en tan sólo una jugada.
En esta Copa Sudamericana, el poderoso llegará hasta donde su capitán lo
permita.
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