Ads (728x90)

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios”. San Mateo, 19:24



John Carlin

Mucha emoción, claro, por las semifinales de la Champions que se avecinan y por los desenlaces de las ligas europeas, por ver quiénes llorarán, quiénes celebrarán, de quiénes nos reiremos. Pero antes, atención. Atención, por favor, a la Primera División chilena —sí, hagan caso, a la chilena— porque este domingo se celebró un acontecimiento deliciosamente romántico, digno de repercusión mundial.

El equipo se llama Cobresal. Su sede es un campamento minero llamado El Salvador con una población de 6.000 habitantes ubicado en uno de los lugares más remotos de la tierra, un cerro en el desierto de Atacama a 13 horas por tierra de Santiago, la capital chilena. El estadio tiene capacidad para 25.000 personas pero su promedio de público como local esta temporada ha sido de 898 espectadores.

Quedó campeón, restando una fecha por jugar, supera por cuatro unidades a Universidad Católica. Según Aldo Schiappacasse, el periodista deportivo más simpático de Chile (y con el apellido más difícil de deletrear), “dieron el turno libre en la mina para que puedan ir todos”, aunque “difícilmente llegarán a los 4.000 espectadores”.

El estadio había estado cerrado durante un mes como consecuencia de un desastre natural que afligió la zona del Atacama donde está montado el campamento de El Salvador. Es el lugar más árido del mundo, pero el 25 de marzo cayó más lluvia en cuatro horas que en los tres años anteriores. Murieron 26 personas, 2.000 casas fueron destruidas y pueblos enteros quedaron sumergidos en lodo.

La historia de FC Cobresal no solo es David contra Goliat, es la del fénix que resurge de las cenizas. Hazañas comparables a las que parece estar a punto de completar ha habido pocas. Quizá la victoria de Corea del Norte contra Italia en el Mundial de 1966, o la del Steaua de Bucarest contra el Barcelona en la final de la Copa de Europa de 1986, o la del Real Madrid en la Copa del Rey contra el Barcelona de Guardiola en 2011. Pero ni siquiera.

Todo empezó gracias al dictador militar Augusto Pinochet que decidió fundar un club de fútbol en 1979 con dinero de la empresa minera estatal de cobre Codelco. No fue un gesto caritativo. Los mineros en Chile tenían fama de rebeldes. Podían representar un problema político para Pinochet. Tenían pan, ya que los mineros chilenos eran la pieza clave de la economía nacional, pero el general calculó que haría bien, como medida de precaución, si les regalaba circo también.

El nuevo club prosperó más de lo esperado. Se clasificó en 1986 para la Copa Libertadores, la Champions latinoamericana, lo que lo vio obligado a construir un estadio para 25.000 personas. Dada la población de El Salvador, esto sería como construir en Madrid un recinto con aforo para 12 millones. Pese a que el 98 por ciento del estadio ha estado vacío en la mayoría de los partidos disputados desde entonces, el Cobresal ha dejado huella no solo en el fútbol nacional sino en el internacional. Ahí inició su carrera profesional el goleador chileno más ilustre de todos los tiempos, Iván Zamorano, que acabaría siendo figura en el Real Madrid y en el Inter de Milán. Cuentan en Chile que fue tras perder un duelo contra el Cobresal de Zamorano que el entonces central Manuel Pellegrini, hoy entrenador del Manchester City, decidió poner fin a su carrera como futbolista.

Pellegrini, que gana 60 veces más que su homólogo en el Cobresal pero cuyo megamillonario City está teniendo una temporada lamentable, podría estar reflexionando hoy, como lo podrían estar haciendo otros, que el dinero no siempre es garantía de amor o títulos en el fútbol; que no hay gloria más grande que triunfar cuando todo está en contra —sin excluir, en el caso del Cobresal, a la despiadada naturaleza—. Juegan el domingo 26 de abril a las 16.30, hora chilena. La causa es justa. Futboleros del mundo, ¡uníos!

Publicar un comentario