Dice Javier Marías que “Para el niño no hay cosa más seria que el juego”.
Más allá del contrato multimillonario, Lionel Messi sigue jugando como en la
infancia. Vale la pena verlo en pleno desarrollo para darse cuenta de que solo ha pulido de experiencia sus
movimientos; su virtud sigue intacta. Una esencia idealista que otros han
confundido como una profesión con retiro lejos de la tercera edad. Verlo hacer un
gol en Japón habiendo superado un cólico nefrítico días antes es prueba de la gravedad
de su compromiso a la hora de su encuentro con su pareja:
la pelota.
A los ocho años su físico no se estaba adaptando a las exigencias del
fútbol y sus padres decidieron intervenir genéticamente en su crecimiento. Su vocación
requería un tratamiento hormonal de 1500 dólares al mes, costo inasequible para
los Messi. En las inferiores de Newell´s no se podían permitir semejante inversión
en un talento incierto. Fue entonces cuando su padre Jorge decidió llevarlo a
la capital argentina para que probase suerte en River Plate. Al hacerlo, el
técnico de menores vio al pequeño rosarino y dijo “se queda”. Cuando el club se
enteró del desembolso que suponía, se negó a pagarlo.
El optimismo hizo que Messi viajara a Barcelona para que lo viese el club
blaugrana (una institución más pudiente). Cuando Carles Rexach, dirigente de la
Masía, avistó sus cualidades supo que era especial. Tal fue el asombro que su
primera reacción fue escribir en una servilleta que se comprometía con la familia
de cuidar personalmente a Lio. Allí pudo formarse junto a Iniesta, Xavi, Piqué, Valdés, entre otros.
Los de la ciudad condal han usado un porcentaje importante de divisas
para hacer que Messi tenga el mejor de los contextos para desenvolverse. Con
ayudas en momentos clave, ha desembocado el futbolista más determinante de la época. Ha
modificado la concepción competitiva en un partido de forma individual. A su
lado están dos de los mejores jugadores ofensivos del mundo: Luis Suárez y
Neymar, con los que ha vuelto a ganar todos los títulos posibles en un año.
La guinda del pastel fue coronarse una vez más como campeón del mundial de
clubes ante River Plate, los que le cerraron las puertas. Supo materializar su idea con el gol
que abrió el marcador al club que lo vio como un gasto, simbólica victoria personal para la "Pulga".
Lo que no puede hacer el hincha millonario es sentir resentimiento por no
haber adoptado al mesías del fútbol moderno. En las circunstancias económicas actuales
del fútbol sudamericano, si Messi hubiese surgido de la cantera de River no
hubiese durado lo suficiente como para disfrutarlo a sus anchas. Lo habrían vendido como Mascherano, Funes
Mori y un sinfín de talentos que le sirven al equipo para hacer caja año tras año...
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