Jorge Carrasco Cadena (@Elgranxorxes)
Quien crea que los partidos son exclusivamente de 90 minutos es porque realmente no conoce todo el
trabajo que hay antes, durante y después de un encuentro.
Un sabio preparador físico a quien le aprendí muchísimo, Roberto Bassagaisteguy, me dijo
una vez:
"A los equipos hay que prepararlos con la
idea de que los juegos no duran sólo 90 minutos, hay muchos factores invisibles
y los pequeños detalles también juegan."
Los partidos de fútbol en realidad duran aproximadamente 160 minutos.
¿Por
qué?
Vamos a desglosarlo:
Los
primeros 40 minutos se juegan desde el momento en que uno se
instala en el vestuario y es ahí donde la tensión comienza; el equipo se
pone el uniforme, sale a calentar, se da la charla previa, el momento de
reflexión, el grito de guerra y de apoyo hasta que se alistan para salir al
campo. Es todo un ritual. Si mencionáramos también las horas previas a salir
hacia el estadio, nos llevaría a que por lo menos una hora antes ya ha empezado
el juego mental.
El factor mental es
el anfitrión del juego. Es el primero que debe llegar y el último
que debe irse.
Los llamados "goles
de vestidor" se
presentan por circunstancias que se han salido de control o no han sido
atendidos en esta etapa, principalmente por exceso de confianza, desatenciones,
falta de comunicación o ansiedad y en algunas ocasiones especiales, por
genialidades del rival.
Posteriormente, comienzan los primeros 45 minutos de juego en donde algunos equipos los
toman para estudiar al rival o empiezan a plantear su estilo de juego. Esto
refleja mucho la personalidad de cada equipo.
Los 15 minutos del medio tiempo es donde se hace la
retroalimentación más profunda entre Cuerpo Técnico y jugadores por medio de la
charla y observaciones de ambas partes.
Los siguientes 45 minutos posteriores al entretiempo son
regularmente los más estratégicos en donde los diversos factores forman una
mezcla de aspectos a evaluar, tales como el resultado actual, fatiga propia,
fatiga del rival, lesiones, superioridad o inferioridad numérica y hasta
condiciones del clima o del terreno de juego para elaborar una estrategia
adecuada que los lleve a obtener el resultado deseado.
Los minutos finales del encuentro tienen un encanto especial
dependiendo del resultado y las condiciones en que se encuentre el partido (ya sea porque se esté jugando una
eliminación directa, haya goles a favor, etc.). Poseen esa magia única de hacer que el
equipo que se encuentra abajo en el marcador agarre fuerzas de su propia
voluntad y el rival adquiera la postura de soportar los embates.
El equipo que se ve 'obligado' a atacar adopta el rol de "agresor" lanzándose con todo a conseguir el
resultado, con un constante ataque y dominio de posesión de balón y el otro
como "víctima" tira sus líneas atrás soportando los
embates de su rival. Como si hubiera una cierta complicidad entre ambos.
¿Qué sucede cuando todo se resuelve con un gol
en los últimos minutos?
Por un momento se conjunta el ímpetu, la determinación y la voluntad
de un equipo con la falta de concentración, comunicación y conjunción de grupo
del rival. Se presenta la magia de un lado y la catástrofe en el otro. Como en un guion de película.
Finalizado el tiempo de juego, el encuentro no termina ahí, ya que
en este futbol contemporáneo también juega un papel importante: el factor
mediático (entrevistas,
conferencias de prensa, atención a medios, etc.)
Ejemplos de ímpetu y determinación contra falta de conjunción y
comunicación en un encuentro hay muchísimos, pero tengo dos ejemplos claros.
En el primero, nos remontaremos al partido de octavos de final de la
Champions League 2016 entre el Bayern
München y Juventus de
Turín.
La Juventus comenzó ganando de visita el partido de vuelta 0-2 en
uno de los campos más duros de todo el mundo. En el partido de ida habían
quedado 2-2 y con este resultado tenían una ventaja amplia.
La mentalidad del
conjunto alemán superó toda estrategia del cuadro italiano al empatar en los
últimos minutos del tiempo regular y posteriormente, con la ola emocional a
tope logró anotarle dos goles en tiempo extra.
El cansancio, no darle frescura al planteamiento y la poca
versatilidad del cuadro visitante no pudieron con el ímpetu, unión de grupo,
mentalidad y determinación de los bávaros, sin tomar en cuenta las bajas por
lesión de jugadores importantes del cuadro visitante.
En mi
experiencia profesional, me tocó experimentar una situación muy similar pero
sin duda mucho más increíble.
Corría el minuto 75 y nuestro equipo iba ganando 3-0
en casa, con la afición extasiada haciendo la famosa "ola", contra un
equipo rival en teoría derrotado y nosotros con la confianza a tope.
Con ese resultado prácticamente estábamos calificando a la siguiente
ronda del certamen, después de haber tenido una temporada muy complicada por
falta de pagos y situaciones extracancha.
El exceso de confianza se apoderó de nosotros y desbordó nuestra
pasión, cobrándonos una dolorosa factura. En 15
minutos nos dieron la vuelta y el resultado final fue de 3-4, dejándonos
eliminados.
¿A qué se debió?
No supimos manejar la ola emocional y nuestra perspectiva de juego
se limitó a 75 minutos de juego casi perfecto,
olvidándonos de los 15 minutos restantes.
Saber manejar la ola emocional es
como surfear. Te tocarán olas altas, olas bajas pero la concentración y
estar 'en el momento' es lo más importante.
Dentro del campo de juego, el minuto 0:01 y el minuto 90 más el
descuento, tienen la misma cantidad de pizcas dentro de un reloj de arena.
Como siempre, para cualquier comentario me puedes encontrará en
Twitter: @elgranxorxes
¡Y que siga la buena vida!
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