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Foto: Glamorama.cl
Por: Luis Suárez (@Luije77)

“Oh, you are from Venezuela. Wich one is the lenguage there? i don’t know”. Con esa frase nos recibió la primera persona con la que uno de mis compañeros de travesía, el señor Víctor Grao, y yo entablamos una conversación duradera antes de arribar a Chicago para cubrir el primer juego de la Copa América Centenario.

La afluencia latina fue abismante al pisar los Estados Unidos. Colombianos, mexicanos, costarricenses, ecuatorianos, argentinos y venezolanos llenaron la aduana de Miami para ver a su selección. En la “ciudad de los vientos”, el primer torneo de países que reúne a Concacaf y Conmebol no ha causado el arraigo suficiente, porque sencillamente no es un campeonato con tradición.

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El ciudadano norteamericano poco sabe de los países latinos, a pesar de ser estos la primera fuerza de producción en el país de las barras y las estrellas, no hay “latin knowledge”:

1)      Durante el careo entre México y Uruguay, los de verde fueron locales, como era previsible. El mal resultado charrúa se conjugó con un error de la logística. El himno uruguayo fue sustituido por el chileno. Los jugadores no reaccionaron ante el hecho, pero el aficionado tomó como una ofensa la modificación.

2)      En el compromiso entre Panamá y Bolivia, la bandera del altiplano fue puesta al revés justo antes de comenzar. Justo debajo de los 3 colores, aparecía el escudo de los verdes, lo que resultaba como instructivo para la logística. No fue verificado el orden de los colores correctos correspondientes a Bolivia (rojo, amarillo y verde).

3)      El seis de junio se disputó el Argentina - Chile. Ambos venían de disputar la final del torneo continental en 2015. Sin embargo, el himno chileno fue sustituido por una canción del particular cantante Pitbull. Los jugadores tuvieron que seguir la canción nacional con el tradicional “dale” del intérprete.

Los medios de comunicación poco prestan atención a las situaciones de los países colindantes, más allá de ser acusados de injerencistas en decisiones económicas y de seguridad nacional. Y no es culpa de ellos, sino que las necesidades empresariales obligan a reproducir material para satisfacer las necesidades de un público que pide lo mejor y no quiere ver conflictos de naciones desorganizadas e improvisadoras.

En Estados Unidos se enseña que tenemos 6 continentes, porque  América está dividida entre el sur y el norte. La necesidad de ser distintos y superiores ha trascendido hasta la desinformación. Pocos saben lo que está luego de traspasar la barrera de su país. No saben dónde queda cada nación, lo que comen, qué moneda tienen o sí tienen niveles económicos interesantes para convertirse en un punto de inversión clave.

No saben qué es Sudamérica, por eso es más que posible fallar en el torneo de selecciones más antiguo del mundo. Es tarea de la población de habla hispana instruir a sus vecinos sobre la realidad de países no desarrollados con ganas de trabajar por el provenir y actuar como embajadores. Para hacer torneos de este calibre, se necesita tener todos los detalles controlados y ello implica conocer las características del público. No es que somos sudacas o latinos inmigrantes, somos personas, personas que tienen 100 años desviviéndose por ganar el torneo de selecciones más antiguo del planeta.

El fútbol no escapa de la ola de cultura que arropa el siglo XXI. La globalización acerca distancias físicas, pero siempre estará condicionada a conveniencia de algunos. Sin embargo, las potenciales mundiales, por inercia, acaparan el conocimiento de sus ciudadanos en temas que evaden el llamado tercer mundo. El nivel del fútbol sudamericano es altísimo. Es hora de que Estados Unidos aprenda de quienes son inferiores económicamente, pero quienes tienen un corazón inmenso donde darle patadas a un balón es una religión y una manera de ahuyentar los problemas de la inestabilidad social.

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