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Por Juan Pablo Gatti (@GattiJuan)

¿Le hacía falta un golpe más al fútbol argentino? 

No le basta con tener al mejor jugador del mundo y a uno de los más grandes de todos los tiempos, ni ser la primera a nivel mundial (ateniéndose ranking FIFA), ni haber conseguido llegar a tres finales en los últimos dos años. La reciente renuncia al seleccionado de Gerardo Martino, apenas dos años después de tomar las riendas del equipo nacional, es apenas un golpe más para una Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que de por sí se encuentra al borde del knockout, ya que se halla acéfala; sin gente trabajando en las inferiores (y hasta el futsal y el beach soccer se encuentran desamparadas), sin saber cuándo y cómo será el nuevo torneo y hasta sin su máxima figura, que, como le ha pasado a Martino, también se ha cansado de esta situación. ¿Qué debería ocurrir para que esta situación no llegue a un límite difícilmente remontable?

Un técnico acorde a un modelo duradero

El fútbol argentino siempre se caracterizó por el buen pie de sus jugadores, por el juego de pases cortos (inspirado en el modelo escocés, para diferenciarse del juego inglés), un regate excelso y la picardía típica de estas tierras sudamericanas. Fue ese estilo el que la hizo una de las mejores selecciones a nivel mundial entre las décadas de 1920 y 1940. Pero luego de lo que se denominó el “Desastre de Suecia” (cuando se cayó ante Checoslovaquia 1-6 en el Mundial de 1958) la idiosincrasia argentina cambió y pidió cambiar esa seña de referencia nacional, para pasar a un modelo más físico y táctico traído de Europa. Durante la década de 1960 la Argentina solo ganaría un torneo (la Copa de las Naciones de 1964) y apenas pasaría a los cuartos de final del Mundial de 1966, cayendo en primera fase en 1962 y perdiendo en las eliminatorias el cupo ante Perú en 1969 para el torneo de México 1970.

Fue recién en 1974, cuando César Luis Menotti se hizo cargo del seleccionado, cuando se pudo tener un proyecto serio y coherente. La Argentina buscaría tener un sistema de juego que rememorase a la raíz del fútbol nacional (sumándole obviamente mejor preparación física) y además se buscó jugadores que encajasen dentro de ese sistema. Además, se obligó a los clubes a ceder a sus jugadores cada vez que el seleccionador lo necesitase, y así no solo Menotti pudo tener a disposición a los hombres de los cinco grandes, sino que también se fueron sumando figuras del emergente fútbol del interior, además de empezar a revalorizar a las selecciones juveniles, que también tuvieron un modelo claro. Si bien Carlos Salvador Bilardo cambiaría radicalmente la concepción que se tenía sobre el cómo la Argentina debía jugar, lo que no se modificó fue la semilla implantada: la Selección estaba antes que todo.

En los últimos 12 años la albiceleste no solo cambió de técnico siete veces (después de Bielsa vinieron Pékerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella y Martino) sino que tampoco hubo un criterio claro a la hora de contratar a un nuevo seleccionador. Y es allí donde la Argentina tiene su mayor déficit, ya que se les pide a los jugadores ganar títulos, pero no que lo hagan desde una corriente común y practicada desde las inferiores, como sí hacen países como Alemania, España y hasta Islandia (y recientemente también Chile y Uruguay). Antes de pensar si viene Simeone, Gallardo, Bauza o quien sea, esta es la primera pregunta que los dirigentes deben hacerse: ¿Qué clase de fútbol quieren para el corto, mediano y largo plazo?

Los jugadores

Uno de los puntos clave a la hora de armar un modelo deportivo es contar con el material necesario para llevar a cabo un sistema pre-determinado. Así, clubes como el Barcelona o el Eibar buscan determinados perfiles de jugadores para que se adapten a su juego y no viceversa (de hecho, hombres como Messi, más allá de su libertad, también se ha adaptado al ritmo que se impone en can Barca) y se ha visto en selecciones como la alemana el mismo proceso, desde las inferiores hasta la mayor. Y esto no tiene que ver con los números dispuestos dentro del campo (5-3-2, 4-4-2, etc.) sino con lo que se busca plasmar en el.

La Argentina dispone de campos de entrenamiento de primer nivel, lo cual ya es un paso muy importante. Lo que deberán pensar los dirigentes (los que queden luego del canibalismo imperante) es un perfil que les permita luego planificar mejor a que jugadores llamar. Uno de los problemas de Martino durante la Copa América Centenario fue el haber querido plasmar un sistema de pases cortos y posesión para luego romper líneas, pero sin poner en campo a jugadores acordes, ya que un Romero (más allá de sus prestaciones), Di María o Higuaín tienen características distintas, mientras que los Lamela, Pastore, Gaitán o Banega si le han facilitado al equipo llevar a cabo de mejor manera ese tipo de juego, a la vez de que fueron de sostén para un Messi que necesitó mucho de este tipo de gente en la final ante Chile.

Así, entrenadores como Simeone o Bauza buscarán nombres que se adapten a un tipo específico de juego (donde es más necesaria gente dispuesta al contragolpe, y allí si es necesario jugadores como Romero, Di María, Vietto o Icardi , ya que son jugadores que pueden tanto jugar en largo como aguantar las pelotas ante los defensores rivales) y otros como Sampaoli o Pochettino tenderán hacia otro ideal (más posesivo, donde los Dybala, Lo Celso, Salazar o Banega son importantes ya que saben jugar a ras del piso).


Por eso, antes de rasgarse las vestiduras por un entrenador de renombre, se deberán analizar estas variantes, desde las juveniles hasta la mayor. Y sobre todo pensar en el mediano y largo plazo, algo que desde hace años que ya no se hace dentro de la AFA.

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