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Joaquín Fernández (@JoaquinFerOK)

El defensor central argentino ya se incorporó al Olympique de Lyon, donde llegó a cambio de ocho millones de euros para suplir la salida de Samuel Umtiti al Barcelona. Tendrá la inmejorable oportunidad de explotar su potencial defensivo y demostrar su calidad técnica en la Ligue 1. Pero para aquellos que no conozcan a Mammana, contaremos un poco cómo es dentro de la cancha y conocerán la increíble historia de este jugador que promete ser uno de los mejores defensores argentinos.

Su buen pie, su precisión y visión defensiva son algunas de lagunas de las principales virtudes del defensor central. El mismísimo Ariel Ortega, ex jugador de River y entrenador de la Reserva Millonaria, describió a Emanuel Mammana como un enganche que juega de líbero. Sus inicios como mediocampista -primero como 10, luego de 8 y más adelante como 5- en las inferiores de River le dieron la capacidad técnica de poder salir jugando con claridad, sobresaliendo por su solvencia cuando maneja la pelota. “El fútbol es más lindo jugando por abajo. A mí lo que me gusta es salir jugando, tener la pelota contra el piso”, ha admitido abiertamente el ahora defensor central, que además ha admitido que se fija en centrales como Gerard Piqué y Thiago Silva.

Su técnica con el balón no es común, en especial entre los de su puesto, pero además logró sumar un timing preciso a la hora de ir a defender cualquier pelota, destacándose en el anticipo a los delanteros rivales. Su lectura de juego le da la facilidad de iniciar la fase ofensiva del equipo y de poder solventar de manera eficaz en defensa. No le tiembla el pulso a la hora de tener que marcar en desventaja numérica en contragolpes o en el uno a uno y su precisión en los tackles son unas de sus principales características defensivas. Con  su 1,84 metros de altura y 70 kilogramos, el central mostró ser eficaz en las batallas aéreas y le agregó una velocidad que le da la posibilidad de jugar por las bandas sin problemas.



Emanuel Mammana es un caudillo defensivo. Sí, un caudillo; aquel que guía y manda un ejército, pero que en vez de soldados, guía compañeros con su ejemplo y carácter. Tenaz y vigoroso como defensor, su rol dentro de la cancha como líder es algo que logró ganar con el correr de los años, con todos los buenos y malos momentos que le tocó vivir. El hecho de que fuese el capitán en las divisiones inferiores de River Plate y en los seleccionados juveniles de la Argentina -y con todo el carácter para serlo también en la primera- son los resultados de su aguerrida personalidad dentro y fuera de la cancha que logró forjar tras sobrepasar momentos de dificultades y de alegrías.
Si bien a sus 20 años parece estar disfrutando ver cómo escala su carrera deportiva, Emanuel Mammana tuvo que sufrir mucho y sobreponerse a situaciones que poca gente puede superar a su edad. La vida lo golpeó de joven, con tan sólo seis años de edad, cuando su madre murió. Para empeorar las cosas, a los 15 sufrió otro durísimo golpe, cuando su padre también falleció. Emanuel se quedó sin sus padres, pero logró salir adelante gracias al fútbol y al incondicional apoyo de la familia de su novia. Su padre había sido quien lo metió con tan sólo ocho años a River Plate, donde se desarrolló como jugador y comenzó a demostrar un gran potencial.

Después de la pérdida de su padre, hasta pensó en dejar el fútbol. “Después de que falleció mi papá yo no quería jugar más al fútbol, pero entre los chicos de la pensión de River, los dirigentes y mi familia me ayudaron mucho. Me hablaron. Fue lo principal que me hizo volver a hacer lo que me gusta. En ese momento hice esa estupidez de pensar en dejarlo pero me puse a pensar que tenía que dar lo mejor para dedicárselo todo a él, que dio todo por mí para que yo pudiera estar acá”, contó sobre el tema. Pudo sobreponerse a esas pérdidas familiares gracias a que su club lo acobijó y protegió en el duro momento en el que se enteró de su pérdida y gracias al gran apoyo que tuvo por parte de la familia de su novia.

La estoica infancia de Mammana lo formó como persona y jugador. Su personalidad y fortaleza mental se deja ver a través de su forma de juego, donde demostró una gran madurez en la toma de decisiones para un defensor de su edad. Logró salir adelante de esas terribles situaciones de su vida, siguió con su carrera en las inferiores de River y comenzó a marcar su historia de a poco con la selección nacional, cuando se comenzó a lucir a partir de su participación en un campeonato sudamericano con seleccionado sub-15 en 2011 -el mismo año en el que perdió a su padre-. En ese sudamericano jugó siete encuentros y fue una pieza importante para lograr el tercer puesto.





El joven defensor se destacó en el 2013, cuando fue uno de los actores principales en la selección que salió campeona del sudamericano sub-17, que también perdió el mismo año en semifinales del mundial sub-17 disputado en los Emiratos Árabes. En River salió campeón del mundial de clubes que le arrebataron al Atlético de Madrid. Por todo esto, la joven promesa comenzó a ser uno de los juveniles más observados del país.

En el 2014 también salió campeón con la selección argentina en el sudamericano sub-20, pero lo que lo marcó realmente en ese año fue el llamado del -por aquel entonces- técnico de la selección mayor, Alejandro Sabella, quien lo convocó para un partido amistoso ante Eslovenia, antes del mundial de Brasil. Lo llamativo fue que, debido a las lesiones de Martín Demichelis y Ezequiel Garay, el seleccionador argentino se vio obligado a meterlo a minutos del final. De esta manera, debutó con su selección antes que con su club, el más joven en hacerlo y el segundo jugador que logra esto después de Javier Mascherano -curiosamente, fue por quien entró en su debut-. Sobre el futuro del defensor, Sabella expresó: “es un jugador con un futuro enorme. En las prácticas que estuvo con nosotros demostró una jerarquía enorme”.

Su exitoso paso por las inferiores de River y por la selección juvenil de la Argentina atrajo la mirada de Marcelo Gallardo, entrenador de la primera de su club. El Muñe lo hizo debutar en octubre del 2014, ante Rosario Central por Copa Argentina. Sus apariciones con el primer equipo de Núñez fueron muy positivas y de a poco se ganó un lugar en la consideración del entrenador. La gran prueba de fuego la tuvo en el partido de vuelta de la final de la Copa Sudamericana, ante Atlético Nacional, cuando tuvo que ser titular como lateral por la derecha. Su participación fue más que positiva; River ganó la serie por 3 a 1 y Mammana se coronó campeón a los 17 años y con tan sólo tres partidos jugados en primera.



De esta manera, Mammana logró ser de la consideración de Gallardo a la hora de armar el equipo. Sus dotes técnicos le daban la libertad de poder jugar en varias posiciones defensivas y no sufrir el cambio. Para el primer semestre de 2015, el defensor fue partícipe de un momento histórico para el club; River logró coronarse campeón de la Recopa Sudamericana, de la Copa Libertadores y de la Suruga Bank, además de ser el subcampeón del mundial de clubes en diciembre del mismo 2015, tras perder contra el Barcelona.

Su precoz y exitosa carrera en River lo llevó a ser codiciado por más de un club internacional y a ser un jugador valorado por scouts de clubes de todas partes del mundo -fue considerado uno de los 100 juveniles a tener en cuenta en el 2016-. Su versatilidad táctica y habilidad técnica para jugar con la pelota en sus pies, le dan la libertad al técnico de contarlo como comodín si es necesario: como defensor central se ha desempeñado en ambos flancos, ha jugado de líbero cuando su técnico dispuso de línea de tres defensores y ha cumplido cuando se lo puso de defensor lateral. Demostró siempre un buen nivel, sólido defensivamente, con una técnica y tranquilidad envidiable a la hora de salir jugando con la pelota en sus pies.


Reiteradas veces demostró su temple -jugar un campeonato juvenil a poco tiempo de perder a su padre o aceptar jugar como lateral una final y uno de sus primeros partidos en primera-, como también demostró tener sangre fría a la hora de salir jugando bajo presión desde abajo. “A veces hay que tirarla para no hacerle mal al equipo, pero trato de no hacerlo nunca. Me da bronca porque es regalar la pelota”, opina Mammana. En cancha, el defensor se ha lucido amagues y hasta sombreros a la hora de salir jugando, mostrando su mente lúcida para saber cuándo tocar corto o cuando cambiar el ritmo.

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