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Víctor Grao (@VictorGrao)

Hace cuatro años, México se tituló campeón de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Una selección que comenzó con altibajos, pero que terminaron siendo el claro sello de construir un equipo sobre la marcha y que más allá de los resultados –que se le dieron– armaron un plantel desde adentro, desde el camerino. Desde el jugador que estuvo en todos los partidos, hasta el que no vio minutos aportó al sentimiento de la nación azteca.

El entrenador de aquel México campeón, Luis Fernando Tena, comentó en un documental: “Nuestro trabajo era que nuestro equipo creyera en sí mismos, sabíamos que era fuerte. Todos esos resultados que fuimos teniendo en torneos anteriores nos fueron ayudando. Era un equipo con un autoestima muy fuerte, que confiaba en sí mismo”.

A diferencia de otras selecciones, “el tri” no partía como favorito de ese certamen. La inconsistencia de los amistosos previos en la gira de España tildaban a la selección de falto de juego. Más aún cuando los resultados no se plasmaban en el marcador final.

Aun así, el director de selecciones nacionales, Héctor González Iñarritú, fijó la meta en la rueda de prensa con los medios: “Colocamos clasificar a los Juegos Olímpicos y una vez ahí, ser medallistas. Queríamos estar en el podio”.

Parecía improbable que lo lograse, más aún cuando los verdes comenzaron igualando sin goles contra Corea en un partido gris disputado en Newcastle. Poco del plantel y la prensa comenzaba a jugar en contra de nuevo. Más allá del hermetismo que se tenía en la concentración, se comenzaba a tildar a jugadores como Oribe Peralta de inexistentes. Se mencionaba que era un jugador sin hambre de gol y fue llamado como uno de los tres refuerzos aparte de los sub 23.



Carlos Salcido recordó el hecho: “Corea fue superior, no ofrecimos mucho de lo que habíamos entrenado. Las cosas no nos salían. Habían muchas críticas”.

Ese partido fue clave para el viraje de México. Las críticas externas se hicieron un aliado para los jugadores. En vez de caer en un estado depresivo, lo tomaron en son de broma. Cada jugador tomó un sobrenombre con el cual se le dirigían y el ambiente se tornó sumamente grato. En el horizonte se veía el compromiso contra Gabón, segundo de la fase de grupo y se sabía que era clave la victoria. La labor psicológica fue fundamental.

"Era de esos que no habían tres acá, cuatro allá. Sino que éramos todos juntos. Si uno sacaba un comentario, participaban todos. Nunca me había tocado estar en un grupo así” - Carlos Salcido.

Oribe Peralta, contó en su momento sobre el ambiente que se vivía internamente: “Sabíamos los tiempos de las cosas. Sabíamos cuando se podía echar relajo, cuando se podía platicar y bueno… Cuando era trabajo era trabajo”.
Un doblete de Gio Dos Santos le dio los tres puntos a México contra los africanos y era cuestión de tiempo para el último partido de la fase de grupos: Suiza, la víctima. La victoria por la mínima diferencia en el partido restante fue importante, más allá de que selló la clasificación, le otorgó la confianza de vuelta al que sería el goleador mexicano del certamen: Oribe Peralta, quien fue juzgado fuertemente por los medios.



La villa olímpica

El objetivo pintado por González Iñarritú parecía no tan lejano. Quedar entre los tres mejores resultaba “posible”. El rival de turno sería Senegal, una selección que suele hacerse fuerte en las categorías inferiores y que venía invicto de su grupo a pesar de quedar segundos.

El partido sería en Londres y la delegación mexicana, en vez de hospedarse en un hotel apartados, lo hicieron en la villa olímpica, con atletas de todos los países del mundo. Como hecho curioso resultó que el primer día en el recinto se le permitió a los jugadores comer lo que gustasen. El bufete con todo tipo de comida y 18 jugadores del tri con apertura a él sin ningún tipo de tapujos.

Indiferentemente de ello, luego volvieron a su dieta. Ese día de relajación y el clima que se vivía en la villa olímpica lo catalogó su entrenador, Tena, como importante para la unión de grupo. Sala de juegos con ping pong, videojuegos, pool y demás también fueron aprovechados.

Carlos Salcido recordó cómo era el grupo: “Era de esos que no habían tres acá, cuatro allá. Sino que éramos todos juntos. Si uno sacaba un comentario, participaban todos. Nunca me había tocado estar en un grupo así”

Senegal

El que perdía se iba a su casa. México iniciaría con un contundente 2-0 y dominando el juego, pero en cuestión de 7 minutos (69’ y 76’), Senegal igualaría las acciones. El pueblo mexicano estaba aturdido, recordando fantasmas del pasado… ¿Sería otra vez?

El tiempo extra se hacía presente y “el tri” fue avasallante. Otra vez el factor psicológico fue sumamente importante. El 2-2 transitorio fue revertido con un gol de Gio Dos Santos y, finalmente, Herrera pondría la guinda del pastel: 4-2 y México en semifinales.


Jorge Enrique “Chatón” comentó sobre aquel compromiso: “El partido más difícil de todo el torneo fue contra Senegal”.

El próximo en la cuenta de los americanos sería Japón. Los nipones llegaban invictos y no solo eso, llegaban sin haber recibido goles en el torneo. 360 minutos sin encajar gol y el tri temblaba. Más todavía cuando Otsu adelantaba a los orientales en tan solo 12 minutos.

Luis Fernando Tena había hecho énfasis en el tema de los primeros minutos y su importancia. México había cumplido, a excepción de este partido. Pero una vez más, sobre la marcha se corrigió. Marco Fabián al 30’, Oribe Peralta (de nuevo) al 65’ y Javier Cortés al 93’ sellaban el pase a la final y el objetivo estaba cumplido: medallistas.

“Colocamos clasificar a los Juegos Olímpicos y una vez ahí, ser medallistas. Queríamos estar en el podio” - González Iñarritú.

Medallistas

El conformismo se hacía notar. Los diarios comentaban sobre la medalla de México y hacían notar la dificultad del rival de turno: Brasil. La verdeamarelha partía como claro favorito del certamen y estaba en la final.

El discurso de Luis Fernando Tena motivó a los jugadores, pero en vez de contárselos. Mírenlo:



Después de eso, todo es historia. Oribe Peralta pasaría de ser el más odiado al más amado. Marcaría doblete (1’ y 75’) y descontaría Hulk al 91’, pero no les sería suficiente a Brasil para quedarse con el cetro.

México se coronó contra todo pronóstico. Una selección que se fundamentó en la unión grupal antes que nada, logró una alegría mayúscula en el país Azteca. 

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