Hovannes Marsuian (@HMarsuian_)
Los treinta años es una época “peligrosa” para el futbolista. El
límite, para algunos; la preocupación, para otros. El aficionado lo empieza a
definir – y sin sentido – como mayor o viejo y catalogándolo como “malo”, como si por la edad se detalla
la manera de jugar al fútbol. Si formas
parte de la historia del club al que perteneces, existe un cortés silencio.
Pero si llevas poco tiempo o eres nuevo, no se duda en desconfiar, para la
burla o la crítica. Sin embargo, hay algunos que la afición le empieza a tomar
obligatoriamente admiración y cariño por su talento. En Balaídos, pasa con
Fabián Orellana.
Fabián Orellana puede ser definido, por algunos, como aquel típico
jugador de lote que produce el fútbol sudamericano. Pero no. El chileno es un
jugador distinto y especial. Él intenta jugar como si nunca pudiera cometer un
error, cosa imposible; pero lo desea, para sorprender al aficionado.
El aficionado español todavía no comprende el valor de su juego. Es catalogado
como “regateador” – donde destaca, claro –, pero la importancia de su fútbol es
“hacer jugar”. Un futbolista que acelera a su equipo, se asocia con sus
compañeros y se mueve entre líneas. Un tipo que entiende cómo mejorar y cómo
trabajar el colectivo.
Fabian Orellana es un
futbolista con un físico malo, que le ha impedido jugar en equipos de élite;
pero no le quita que sea un buen futbolista. El buen fútbol lo tiene.
Así se puede definir a Orellana, un futbolista colectivo, ya que
posee la capacidad de entender e interpretar el juego. Se preocupa por hacer
jugar a su equipo, más que los números individuales. Aporta y mucho. Es un
jugador que su contribución y participación está antes de los registros, de
asistir y/o marcar; porque su asunto central es el de armar la jugada. Ayuda a
circular el balón para crear peligro. Conecta y unifica líneas. Ataca y
aprovecha espacios.
Fabian Orellana es un
futbolista con la voluntad de delantero, conocimiento de centrocampista y
movimientos de mediapunta.
El chileno demostró contra el Deportivo de La Coruña la importancia
dentro del sistema de Berizzo en el Celta: el cerebro. Su equipo,
colectivamente, estuvo flojo; pero él no – junto a otros dos o tres –.
Orellana, que llegó sin ritmo, lideró. Suministró fútbol con la creación y
pausa. Demostró presencia, seguridad y superioridad.
Posee el don de facilitar paciencia a un ataque muy
rápido como el del Celta.
El Celta, con él, es distinto. Juega mejor. El director de la
orquesta, sobre todo ofensivamente. Orellana es antónimo a la palabra
previsible. Cuando él se incorpora al juego, cuando encuentra su fútbol, cuando
sonríe… La cosa es diferente. Su mente siempre está al servicio del partido. Rápido
en pensamiento. Sabe qué hacer o cómo improvisar. Futbolista impecable
"Fabián Orellana es de esos jugadores que vuelven
a Sudamérica con 38 años y te hacen ver la Copa Libertadores". Abel Rojas, periodista español.
Se le atribuye, correctamente, más juego que cifras, más talento que
otra cosa. Un jugador que, temporada tras temporada, ha aprendido a marcar
diferencias en el fútbol competitivo. Un tipo con capacidad de “más”, con una virtud silenciosa. Inteligente y trabajador. No importa
que tenga treinta años. La edad no es inconveniente; ya que el chileno
impresiona con su rendimiento y en el Celta consideran importante su rol dentro
del equipo. No es una persona por la cual desconfiar, sobre en Balaídos. El
aficionado debe admirar y observar su fútbol, sin ser exigente con sus años de
vida.
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