Agustín Vigo (@AgusVigo)
En cualquier aspecto de la vida, el debut
genera cierta incertidumbre, nerviosismo, ansiedad y expectativas que no
sabemos si se cumplirán hasta finalizado el evento en cuestión. Con ese estado
anímico nos encontrábamos en la Ciudad de Córdoba para presenciar el partido
entre Argentina y Paraguay por las Eliminatorias Rusia 2018. Después de
Rosario, Córdoba es probablemente la ciudad más futbolera del país. Belgrano,
Talleres e Instituto son los clubes más representativos de la misma, cada unos
pasos que se caminan por el paseo de las flores o por la zona de la manzana
jesuítica nos encontramos con alguna persona que llevaba la camiseta de algún
equipo cordobés, una pintada en una pared o un tatuaje que marca en la piel el
amor por el club.
Con ese clima futbolero, la Selección
Argentina llegó a Córdoba. La noche previa al encuentro se veían camisetas de
ambos países por la calle y en algunos restaurantes y bares, aprovechando que
era feriado y el clima cálido acompañaba para salir a pasear por la noche.
Ya el día del partido el público se acercó
muy temprano al estadio Mario Alberto Kempes, ubicado a 40 minutos del centro
de la ciudad y refaccionado para la Copa América que se disputó en el país. Los
alrededores se colmaban, las puertas aún permanecían cerradas y la gente que
llegó desde distintas partes del país se acumulaba en los accesos a las
tribunas. En ese entonces, aprovechamos para conversar con algunos hinchas y
entre ellos encontramos un grupo de Tucumanos que mostraban un cartel en forma
de protesta para que Atlético Tucumán reciba el cupo disponible para la Copa
Libertadores 2017 ¿Qué mejor oportunidad para reclamar que un partido de
Argentina?
Además de público local, había muchos paraguayos
que llenaron el sector asignado en el estadio, previo paso por los puestos de
comida ubicados en las afueras del Kempes (La espera era larga y de alguna
forma había que escaparle al hambre y la sed). Pero no solo había público argentino
y paraguayo, también había gente de otros países latinoamericanos como Ecuador
y Colombia, y algunos chinos y japoneses interesados en conocer cómo se vive el
fútbol en el país.
La llegada de ambas selecciones al estadio
fue organizada y con muchas personas aguardando para saludar a los ídolos
futbolísticos. Sólo una mano alzada de
un jugador, le cambiaba el humor a cada uno de los chicos que esperaban a los
jugadores, a las estrellas que miraban por televisión y parecían inalcanzables
pero son en realidad seres humanos como cada uno de ellos. Ese saludo quedará guardado en el corazón de
esos niños por el resto de sus vidas ¿Sólo un saludo puede generar tanto? Por
supuesto que sí, quizás los adultos no nos demos cuenta, pero alguna vez fuimos
chicos y tuvimos ídolos que parecían Dioses. Imagínense si ese Dios nos
saludará o nos sonriera, la importancia emocional que generaría.
Durante el partido, los periodistas
estuvimos muy cómodos en un estadio hermoso, con facilidades para desarrollar
el trabajo y moverse libremente. La tensión pasaba por el partido mismo, con el
bajo rendimiento de Argentina (nunca había perdido en Córdoba) y la expectativa
que había generado la llegada del equipo a la ciudad en la cual Paulo Dybala
era local, pero no era titular. Desde allí comenzó el descontento del público
con Edgardo Bauza, incluso antes del comienzo ya se lo ovacionaba al ex jugador
de Instituto y más aún se lo reclamó cuando Sergio Agüero erró el penal. Claro
que la gran alegría general llegó en el momento que Dybala reemplazó a Nicolás
Gaitán, pero poco pudo hacer para
cambiar la historia del juego.
Con esa sensación de amargura, tristeza y
desilusión se retiró la gran masa que acompaño a la albiceleste. Una ciudad que
siempre le había sido favorable al equipo argentino, por primera vez lo vio
derrotado y dolió mucho. En nuestro caso, dejamos atrás la incertidumbre de la
previa y simplemente lo disfrutamos, como debe hacerse con cada situación de la
vida para que los objetivos se cumplan.
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