Gustavo Laguardia (@AKD_GustavoL)
Los acomodamientos y
re-acomodamientos en el fútbol tienen que ver con la elección del dibujo
táctico y sus correspondientes correcciones durante el juego, ya sea mediante
estrategias técnicas o inventiva de los actores.
El dibujo táctico, 4-4-1,
4-4-2, 4-3-3 o 4-3-1-2, solo por citar los más utilizados, no son otra cosa que
abstracciones. Así como 2 a 1, 2 a 0, 3 a 1 o 3 a 2 se corresponde con una
victoria, así también cualquiera de los dibujos tácticos citados se
corresponden con un grupo de once jugadores que entran a la cancha a jugar un
partido de fútbol (¿Se corresponden?). Un reconocido Director Técnico y ex
futbolista solía decir: “cuando comienza
el partido los jugadores también comienzan a moverse” (Alfio Basile).
Razón suficiente para
decir que las abstracciones duran en tanto y en cuanto son solo eso,
abstracciones, teorías. Es decir, pensamos, planificamos, reflexionamos y
decimos acerca del partido a jugarse que todavía no se ha jugado ni sabemos
acerca de las condiciones en que se jugará. Hasta que el partido se juega, el
juego comienza y las abstracciones muestran lo que en realidad son, solo eso,
puras abstracciones que van dejando su lugar a la práctica efectiva del mismo.
Una vez que el juego se
plasma en su práctica sobre el verde césped (tal cual lo dirían antiguos
relatores), ya no es tan simple visualizar los dibujos tácticos, sin embargo,
si el dibujo táctico está sostenido en una idea de juego, lo que hagan los
jugadores con la pelota mostrará la relación y/o articulación entre teoría y
práctica, es decir, si 4-3-3 se corresponde con atacar con tres delanteros o se
trata de un número de teléfono que no atiende nadie, y así con todas las
abstracciones posibles que podamos hacer ya sean verdaderas o falsas.
Por caso, Argentina e
Irán, Mundial 2014 en Brasil…; fue un partido tenso, complejo, difícil para
ambas selecciones. Argentina hizo casi todo el tiempo lo que mejor sabía, jugar
con la posesión de la pelota, pero no alcanzaba. En cambio, Irán, realizaba un
juego muy digno administrando todos sus recursos técnicos y humanos, aspirando
a algún contraataque que pudiera darle el triunfo…, y casi, casi, casi que fue
así…
Romero, Rojo, Mascherano y
Di María se mostraban como los mejores en un equipo que empezaba a negociar con
la posibilidad del empate, porque decididamente el tiempo transcurría hacia las
fronteras del silbato final y el gol no llegaba. Y hay cuestiones que los
dibujos tácticos no pueden desentrañar y cosas que para decir acerca de las
piezas y las funciones no pueden decir absolutamente nada, porque son solo eso,
abstracciones, pura teoría, y nada más…
Pero quizás la literatura
nos pueda ayudar acerca de estas situaciones, de manera especial, a la
descripción de 90 minutos de fútbol que no agotan los mil y un análisis que
puedan hacerse, mucho más cuando a los 90 minutos naturales en que sucede un
partido de fútbol le sigue ese mágico minuto 91, cuando la pelota furiosa y
mansa a la vez, llena de rimas poéticas y angustias de novelas
existencialistas, con la fuerza de las sagas y epopeyas, recorre el camino
necesario e indispensable para llegar a besar una red de sueños imposibles y
acabar en el canto de un himno inolvidable…¡GOL! ¿Qué abstracción puede decir
algo acerca del pie zurdo de un humano que por una milésima de segundo deja de
serlo para transformarse en un lápiz con punta de cometa para dibujar la estela
más perfecta? Las abstracciones no entienden de las diferencias. Las
diferencias definen un juego. “Una
diferencia que no se nota no es una diferencia” (Ludwig Wittgenstein).
Y Argentina tuvo una
diferencia, y esa diferencia fue notable. La diferencia que hubo entre
Argentina e Irán aquella vez se llamó Messi. ¿Qué número le ponemos al dibujo?
¿1-9-1? ¿1-10? ¿O qué? Ganó Argentina con una gran obra literaria pensada y
escrita por él, por Messi. Esperó la pelota, esperó el momento, esquivó la
pierna del boicot, la colocó en su botín zurdo, le pegó y la Nº 5 inició ese
orgásmico viaje sin regreso al gol, ese himno para tararear hasta el cansancio,
más allá que hoy no podamos recordar el dibujo táctico de aquella formación.
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