¿No lo has probado? – Dijo
Ricci.
No… - Comenté.
Vas a agarrar casabe, un
cambur y azúcar. Le colocarás el azúcar al casabe hasta que se dore y después pones
el cambur dentro del casabe, como un sánduche. Lo aplastas y listo. Es
buenísimo.
Víctor Grao (@VictorGrao)
Con Ricci conversamos
desde que nos subimos al autobús para ir al partido entre Venezuela y Bolivia
en Maturín. 9 horas por tierra separan ambas ciudades. Los temas de
conversación fueron varios.
El nombre verdadero de
Ricci es Kiverling Brea, pero no lo mencionó. Padre dominicano y madre
colombiana. Tiene cuatro hermanos y todos nacieron en diferentes lugares del
mundo. Es madre de tres hijos y un está casada con un marido gocho, nacido en
La Grita. Ha recorrido Venezuela infinidad de veces por carretera.
Al ver por la ventana ya
sabía en cual parte de las vías orientales nos encontrábamos. No sabía de
fútbol, pero sí de comida. Quiere irse a vivir a Santo Domingo y es que ya es
común que el venezolano quiera emigrar de sus tierras.
Debe pesar unos 100 kilos
y había rebajado 30. Su piel era oscura y usaba una camisa que se le subía. No
muy agradable a la vista, pero si agradable como persona.
Además de Ricci, había 43
puestos más para pasajeros. Nosotros ocupábamos 3. Al inicio del recorrido, un
señor, de la empresa en la en la que se dispuso el viaje, comentó las reglas.
Entre ellas estaba la de permanecer con las cortinas cerradas. ¿Por qué? En las
carreteras venezolanas los delincuentes lanzan piedras para que el vehículo se
detenga, una vez que lo hace, personas armadas asaltan el autobús a la fuerza.
La función de las cortinas
radica en que si el vidrio se rompe con los proyectiles, la tela puede fungir
de bolsa para retener los vidrios. Así se vive en Venezuela. Un estatus de
emergencia continuo. Mejor prevenir que lamentar.
El viaje por tierra es
mucho más económico que en avión. Ocho veces más barato, para ser precisos. El
tema de abaratar costos es fundamental para los periodistas que tienen la
suerte de cubrir a la selección. Conseguir la acreditación no es un tema
demasiado complicado, pero lo que si se torna más difícil es el hecho de
costear los gastos –con o sin ayuda de la empresa para la que se trabaja-.
La vinotinto es última en
la Conmebol y primera en delincuencia. Hace una semana, uno de los viajeros de
mi grupo de trabajo fue asaltado en Maturín, ciudad que acoge a Venezuela y
Bolivia para la fecha de Eliminatorias. El estar atento es fundamental.
Ricci también había sido
víctima de un suceso no grato en su haber. Hace diez años su hija quedó
incrustada en el asiento del carro luego de un accidente automovilístico. Lo
recuerda como si hubiese sido ayer, detalles de los brazos heridos en carne
viva y un trauma que duró más de cinco años sin poder recorrer las vías
venezolanas.
Así como Kiverling está el
Monumental de Maturín, herido. Golpes que tornan a la grama amarilla y marrón
afectan notoriamente al recinto. El esférico no rueda de manera uniforme y
Rafael Dudamel, entrenador de Venezuela, se ha quejado del tema: “Nos
incumplieron. Es una pena el estado de la cancha”.
El país está como la
selección. O la selección como el país. Da igual. Pero más allá del tema que
acoge a los venezolanos: las quejas, los reclamos, la disconformidad y demás;
hay personas que alegran. Ricci no debe ser una persona demasiado adinerada.
Quería cambiar 50 dólares para amortiguar unas deudas que tenía. Aun así, se
torna simpática y explica los diferentes manjares nativos que ha probado.
Quizás no tan extravagantes para muchos, pero para mi caso sí. Ha probado
lengua de vaca, baba, conejo, serpiente, chigüire, lapa, chivo… Y pare usted de
contar. Al llegar a su casa la esperaba un asado con arroz de acompañante. Nos
invitó, pero su recinto quedaba a una hora de recorrido de nuestro lugar de
estadía.
Desconozco cómo es cubrir
a otras selecciones sudamericanas, pero sin duda, hacerlo con la venezolana es
una experiencia religiosa, por los rezos que hay que hacer al montarse a las
carreteras venezolanas. Los aprendizajes que deja son muchos y el poder
compartir una mínima parte con ustedes, lectores, es de mi agrado.
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