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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

La derrota 6-1 de Argentina en el Mundial de 1958 frente a Checoslovaquia marcó un antes y un después en la historia del fútbol del país. Entre la segunda y la sexta edición mundialista pasaron 24 años y nunca pudo concursar, por distintos motivos. El aislacionismo que la dictadura de Juan Domingo Perón pregonaba cundía en el país. Estaban mal vistas las relaciones internacionales con Europa y Norteamérica. Pero esto no impedía que se disputase la Copa América. Solo podían competir a nivel continental y la albiceleste ganó consecutivamente las ediciones de 1955 y 1957.


Para ese entonces todavía jugaban con un arcaico 2-3-5, alineación madre del balompié con el que los ingleses introdujeron en Argentina. Pero ya la élite global había alterado sus paradigmas de juego. Húngaros, ingleses y brasileños ya habían probado la eficiencia de nuevos sistemas, como la W-M o la línea de 4 delanteros alternados. Los criollos de entonces tampoco tenían muchas nociones tácticas, no se planeaba una estrategia de juego. Los técnicos solo metían a buenos jugadores en la cancha.

A partir de esa escandalosa caída, el mundo del fútbol albiceleste empezó a buscar vías alternativas. Por aquellos tiempos la liga tuvo que poner en práctica la regla del offside, que oficialmente fue promulgada en 1925 a nivel internacional. Esta era una muestra del atraso de aquella época. Los vientos de cambio clamaban aminorar la desorganización en un deporte de desarrollo caótico. Entre algunos de los que logró mejores resultados fue el técnico de Estudiantes de La Plata, Osvaldo Zubeldía.

Zubeldía instaló módulos de trabajo en Estudiantes. Juntaba a la plantilla meses antes del inicio del torneo y trabajaba en  pretemporada, algo inédito en el país. Para ese entonces, ningún equipo argentino había salido campeón fuera de Buenos Aires. Estudiantes se consideraba metropolitano, de modo que al no tener títulos, los hinchas de aquel entonces compraron el discurso de largo plazo y tuvieron paciencia para esperar resultados.

Cinco años después, el pincharata festejaba la obtención de su tercera Copa Libertadores consecutiva. Prácticamente, Zubeldía revolucionó el fútbol mundial. Patentaron la trampa del offside para neutralizar ataques enemigos, al igual que las llamadas “faltas tácticas”. Era fútbol agresivo y meticuloso. De poco toque de balón, visto como recurso innecesario. Tampoco era un juego atrayente, rompieron con el viejo dogma de “jugar para agradar”. Lo importante era ganar a toda costa.

En ese equipo jugaba el después del técnico Carlos Salvador Bilardo, quien nunca ocultó admiración por su entrenador. Sobre lo exhaustivo del trabajo que hacía su cuerpo técnico decía que “todas las posibilidades del juego fueron previstas y practicadas (…) los córneres, los tiros libres, los saques de banda. Teníamos un juego de señas secretas para confundir a nuestros oponentes”. La premisa era eliminar la improvisación.



Sin embargo, la forma en como conseguían las victorias fue duramente criticada por varios partícipes contemporáneos. “Bilardo era furtivo” decía el ex Boca Juniors Antonio Rattín. “Siempre hacía de las suyas: te halaba la camiseta, fingía que lo golpeaban, cualquier cosa”. Desde varios sectores surgió el mote que definió el estilo de aquel equipo: anti-fútbol. Hasta Dante Panzeri escribía para El Gráfico: “Estudiantes es la representación de la violencia para el lucro aplicada al fútbol”. Era común leerle criticar a través de la prensa con frases como “insisto en llamarlo asociación ilícita para producir resultados lícitos”.

Esta distorsión sobre la concepción del juego solo fue posible luego de una goleada de difícil digestión. Cualquier forma de victoria, luego de esas seis anotaciones checoslovacas que cayeron como obuses en el imaginario colectivo, necesitó llegar con rapidez. Cualquier forma de borrar ese recuerdo con estímulos positivos era bienvenida. Incluso Bilardo fue técnico de fútbol y ganó una Copa del Mundo con Argentina en 1986.


Hoy en día se habla de bilardismo y menotismo en el fútbol argentino. El resultado y las formas de conseguirlo. Lo tangible y lo ideal. Son muchos los que darían lo que fuera para que su equipo no agrade a los ojos, pero que saque los resultados que busca sin importar mucho el cómo. Bilardo, cuando dirigió sus equipos, mantuvo ciertos patrones de la idea de Zubeldía. Fueron esos los orígenes del bilardismo.

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