Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
Gerardo Martino llegó a decir que el mal estado de las
canchas en Paraguay favorecía a que brotasen jugadores de gran capacidad para
jugar por los aires. En tal caso, el favor (involuntario) que le hacen los
jardineros a sus usuarios ha dejado un legado de generaciones hábiles en el
juego aéreo.
Incluso todavía hay equipos amateur y hasta profesionales que deben analizar los baches de las
canchas donde van a jugar para saber qué zonas son de obligada omisión. Una de
las razones por las que en el fútbol sudamericano se juega al pelotazo es
porque suele practicarse en suelos irregulares que vuelven harta complicada la
circulación rasa del balón.
Lo cierto es que en Paraguay, notablemente, desembocaron
grandes cabeceadores. Uno de ellos es Nelson Haedo Valdez, flamante delantero
de Cerro Porteño. Es primera vez que juega en la primera división
de su país. Era un joven obrero del fútbol que intentaba mantenerse honrado con
un salario de cuarta división. Cuando consiguió dinero suficiente para irse a
probar suerte en Europa, el Werder Bremen apostó por él. Pero al verlo jugar en
el confesado club de sus amores, pareciera que nunca hubiese salido.
Su técnica de cabeceo y salto intactos, pese a la edad;
su movilidad, regulada por la misma razón. Ya no es ese delantero único en el
que sus compañeros podían encontrar un finalizador, como si fuese una alcantarilla
de balones filtrados. El sistema está pensado para él, pero no solo para él. Los apoyos habilidosos por bandas y capaces de colgar buenos centros al área
son tan fundamentales como rematadores voladores como Haedo. Un ejemplo de
sociedad clave es el también recién llegado al club, Óscar Ruiz.
El elemento sorpresa es clave para hacer daño en fútbol.
Si vas a jugar con Valdez como delantero, los defensas tomarán nota de sus
movimientos, porque saben que tendrá buenos balones para definir. Pocos
futbolistas en América bajan balonazos largos como él, de modo que es marca
obligada como receptor aéreo. Por eso son importantes las sociedades con los compañeros,
para no atacar solo o para abrirle líneas a de pase a jugadores de ataque menos obvios.
Tácticamente hablando, su llegada el barrio obrero mereció a cambios en la formación ofensiva. De un 4-3-3 se pasó a un 4-4-2, aunque el
primer dibujo todavía tenga pasajes de aplicación por una cuestión de comodidad de
plantilla. A fin de cuentas, de una formación a otra hay solo un movimiento
elemental. Como miembro de esa dupla de delanteros tiene responsabilidades
defensivas, dado que junto a Pablo Velásquez son la primera línea de presión
azulgrana.
El sudamericano se destaca por cierta fugacidad con sus
pasiones. Hay seres que aman el fútbol y estar cerca del lugar en el que se
desarrolla, pero descuidan su pasto con inconsciente negligencia. Haedo sintió
que también estaba descuidando su terruño y decidió contactar personalmente al
presidente Juan José Zapag para unirse al plantel. Ahora que Roque Santacruz está en
Olimpia y Diego Antonio Gavilán ocupa el banquillo de Capiatá, el fútbol
guaraní disfruta del legado de la generación con la que llegó
internacionalmente a su punto más alto.
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