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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

Para recordar la última vez que un equipo francés llegó a la final de la Champions League tenemos que viajar 13 años atrás en el tiempo. La primera Champions League de Mourinho, año 2004, fue en Gelsenkirchen con el Porto. El rival, el Mónaco. En todo este tiempo, la institución francesa ha cambiado. Los dueños, la mentalidad, el enfoque de los jugadores y las decisiones del técnico parecen de otro contexto. Pareciera que, para volver a competir en Europa, tuvieron que hacer tabula rasa a su identidad.

Leonardo Jardim no solo se llevó el crédito de eliminar al Arsenal de la Champions del 2015 y de las pomposas ventas de Anthony Martial y Ferreira Carrasco de su plantilla. Para los directivos, representa un potenciador de su plantilla. Han podido saltarse los plazos del “juego limpio financiero” luego de compras hiperbólicas siendo un recién ascendido de la Ligue 2 en 2013. Con ese dinero han podido repatriar a Radamel Falcao. De modo que la contundencia no sería problema en la temporada 2016/2017.

El técnico de origen venezolano no había nacido cuando Brasil salió campeón del mundo en 1970. Ese equipo hizo famoso el, para su tiempo polémico, uso de cuatro delanteros (Pelé, Tostao, Rivelino y Jairzinho) y laterales de mentalidad ofensiva en un 4-2-4. Cuando los laterales se adelantaban, el dibujo mutaba en un harto ofensivo 2-4-4. Salvando las distancias históricas y las complejidades, la idea de Jardim parece tan anacrónica como similar.

Monaxo attacking - Monaco attacking - Football tactics and formations


Es un 4-4-2 con mucho movimiento por las bandas. Falcao y Kylian Mbappé de doble punta, con dos volantes que se incorporan por cada banda. Benjamin Mendy (ese al cual Marcelo Bielsa le dio un sermón memorable en Marsella) y Djibril Sidibe, los laterales titulares, son los que cierran esa doble línea de cuatro jugadores que usa el Mónaco en cancha rival. Una propuesta que los hace de los equipos más divertidos para ver cómo atacan un martes o miércoles de Champions. La utilidad de este dibujo son los continuos cambios de frente para encontrar ese pase entre líneas.

Hay una reflexión que hizo Josep Guardiola sobre los deportes colectivos y la importancia de jugar de un costado a otro que me gustaría citar: “En todos los deportes de equipo el secreto es cargar mucho un costado para hacer que el contrario bascule. Cargar mucho y atraer al contrario para que deje libre el costado débil. Y cuando hemos conseguido cargar y atraer, entonces debemos resolver por el costado opuesto. Por eso hay que pasar el balón, sí, pero con intención, con intencionalidad. Pasarlo para cargar, para atraer y para resolver por el opuesto.”

El equipo de Jardim entiende esta tendencia del juego de posición. Hay volantes, como el brasileños Fabinho, que se encargan de corregir los desdobles de los laterales. Y es que, imaginemos que el Mónaco le hagan una contra con solo dos o tres jugadores en el fondo. ¿Cómo es que el Borussia Dortmund, uno de los equipos que mejor contragolpea, no los haya goleado?

Las estadísticas, en este caso, dan unapista: convierten casi una quinta parte de los tiros que intentan. Un estudio señaló recientemente que son el equipo con mejor promedio de gol por oportunidad en las cinco ligas grandes de Europa desde el 2011. De forma concreta, el equipo del principado se expone con un brío impresionante en Europa. Para no sufrir contras, finalizan la jugada para no dejar rebotes; o intentan presionar con sus ocho hombres proyectados.

Como si el equipo no fuese lo suficientemente interesante, de sus filas emergió una estrella. Kylian Mbappé es una mezcla de atletismo, disciplina, técnica y espontaneidad. Jardim le da libertades de movimiento, para que siempre haya opción de apoyo para él.


Con él muy próximo, Lemar y Silva en los costados, Radamel Falcao está rodeado de un caos para el rival el cual puede aprovechar para no ser tomado con el obvio “9” clásico. El tigre de Santa Marta es la punta de un fútbol salvaje, que lo hace atacar en manada. Ya en Francia está casi consumada su revolución, pero las intenciones en Champions pueden tornarse napoleónicas.

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