Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
Salvo casos muy inusuales, un
seleccionado nacional ya tiene ciertas nociones para facilitarse su propio
transporte. Puede sonar trivial, pero son varios los jugadores que llegan tarde
a su primera convocatoria por no saber cómo desplazarse hasta el predio. Y eso
es solo un inicio, llegar a la selección requiere un sinfín de detalles que
pocos conocen. Un cuerpo técnico serio utiliza softwares y varios tipos análisis
e investigaciones para justificar a miembro nuevo dentro de su proceso.
El seleccionador tiene que recibir
al jugador consciente de su momento actual, de sus posibles roles y de
herramientas para facilitarle el trabajo que hará. Pero el hecho de que a este
afortunado jugador se le faciliten recursos no quiere decir que su trabajo sea
fácil. En pocos días tiene que crear sinergias con el resto de sus compañeros
(los mejores del país) para que en cancha sea visible una manera de jugar con
él.
Lo más importante es que el
seleccionado ejecute lo que el técnico espera de él. Dentro del modelo de juego
trabajado. Eso significa que si no pasó por el proceso formativo de selecciones
menores (caso frecuente en Sudamérica) tiene que ser inteligente para absorber
conceptos que el cuerpo técnico cree indispensables para sus intérpretes. Como
los combinados nacionales tienen poco tiempo de trabajo al año, la idea del
entrenador no suele tener mucha práctica de por medio y no hay demasiados
automatismos que asimilar.
Quienes observen la parte táctica
del juego saben que el fútbol de selecciones es muy de transiciones tras
pérdida y poco más. Salvo casos en los que haya una línea de trabajo
continuista entre varios cuerpos técnicos y se mantenga una base de jugadores.
Imaginen el reto que supone para un profesional el cambio de entrenador
nacional. En nuestros países hay federaciones que promedian un entrenador por
año y ganarse un puesto con cada uno precisa talento y esmero.
Hay un problema del que se comenta
poco, precisamente porque no se tiene mucha información: el atentado al ego que
sucede en varios futbolistas cuando llegan o logran mantenerse en la selección.
Aunque lo normal es que esto suceda más por lo primero. A ese nivel, cada
elemento de la convocatoria entiende el compromiso nacional y profesional que
supone usar el escudo federativo, pero no todos lo asumen con humildad para sus
adentros. Precisamente este encumbramiento interno es el que los nubla
emocionalmente en momentos de toma de decisión crucial.
Este problema es serio, aunque a
nivel formativo se ve más seguido. Con el simple hecho de ser llamado a un
Sudamericano sub-15 ya marca una distancia entre los compañeros del fútbol base
del club en el que militan. Ser tomado en cuenta a esa edad es una noticia que
un adolescente, que no siempre viene de orígenes acomodados, no digiere fácil.
Pero le puede pasar a cualquier tipo
de profesional. En muchas ocasiones vemos futbolistas que en clubes de poca
jerarquía son diferenciales con su rendimiento, pero una vez que llegan a
oncenas más exigente se les nota dubitativos. En la jerga popular se habla de
“pecho frío” con frecuencia. Habría que hacer una valoración moral de quién
emite tal juicio. Cuando viene del periodismo es grave, porque si conoce el
caso es un difamador que calumnia al deporte que quiere vender; y si no lo
conoce, es incluso peor.
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