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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
Es muy común que luego de ver un golazo por televisión se escuche la alocución: “Era imposible para el arquero”. Lo cierto es que muchos entrenadores de portero piensan que cualquier gol es evitable con un buen posicionamiento. Si se está en el lugar adecuado, para ello hace falta paciencia y lectura de juego, desviar un remate puede ser más fácil.

Si bien forma parte del equipo, las reglas del juego hacen que el que defienda los tres postes sea un elemento distinto. Una de las diferencias del enguantado detrás de la defensa es que su relación con el error es distinta al resto. Un pase errado, un remate desviado o un mano a mano perdido son fallas regulares que pueden ser baladíes en un partido para un jugador de campo.

Sin embargo, el portero no tiene el mismo margen de error. Si su intervención no es perfecta o por lo menos efectiva, existe una gran posibilidad de la que la consecuencia se refleje en el marcador. Por esta razón merece un análisis distinto al resto.

Desde que nació este deporte está claro que el comportamiento en el juego aéreo es crucial en un guardameta. Claramente la altura del mismo ayuda, pero no determina la calidad de su juego aéreo. Precisamente porque el posicionamiento es lo que el cancerbero busca corregir. Se ha criticado mucho, por ejemplo, a Wuilker Faríñez por su altura y en goles en los que supuestamente “le ha faltado altura”. La estatura tiene mayor importancia en estiradas, pues mientras mayor el largor físico, mayor alcance en su lanzamiento lateral.

En el profesionalismo, ser portero supone un largo camino por recorrer. Es difícil llegar con pocos minutos de fogueo. En el análisis de portero, no existe la cualidad “da rebotes” salvo que sea una cuestión recurrente por partido. Muchas veces nos quedamos con la imagen de un famoso fallo, pero estos errores suelen ser muy puntuales. Puede ser una cada veinte intervenciones. De modo que tomarlo como una debilidad no puede ser edificante.

Existen dos corrientes de arqueros: conservadores y arriesgados. No significa que unos sean valientes todo el tiempo, todo depende de su propia lectura de juego y la experiencia que tienen. Este comportamiento se manifiesta comúnmente en los mano a mano. El arriesgado suele anticipar con todo su cuerpo, brazos y pies estirados y manos abiertas al potencial rematador, en orden de cerrarle el ángulo. Esta salida puede hacer que su oponente dude en el momento clave y falle el tiro. El conservador prefiere evitar el choque y ubicarse más próximo al primer poste, pero listo para lanzarse al segundo. Aunque son medios distintos, el fin es el mismo: condicionar al rematador.


El posicionamiento del arquero lo condiciona lugar que ocupa el balón en la cancha. Este debe perfilar su cuerpo en función del esférico. Si por ejemplo el rival circula el balón por un costado, el arquero debe ubicar su cuerpo en una línea recta imaginaria entre su posición y el balón. Entra en juego la profundidad de su ubicación, ya cuando el rival conduce por el último cuarto de cancha es desaconsejable que se posicione fuera del área chica. Para ser portero hay que tener buena visión periférica, lectura de juego y sentido de ubicación.

El juego de pies es quizá el tema que más se ha abordado últimamente en la prensa. Claramente un arquero que pueda salir con los pies representa un plus. O pueden ser valientes entusiastas como el mítico René Higuita que salía del área conduciendo, permitiendo a su equipo desplegarse más alto en la cancha rival. El saque largo también es un recurso más útil de lo que parece. Los equipos contragolpeadores agradecen que un pase de más de cuarenta metros tras la recuperación. Si el saque (que bien ejecutado puede ser un pase largo) encuentra a los atacantes circunstanciales, un arquero puede ser un lanzador de contras.

A veces un mediocentro hace un pase de sesenta metros y nos llenamos de alborozo, pero que lo haga un portero es menos vistoso. La verdad es que el portero entrena mucho más sus pases al punta que el volante. La volea es una ejecución harto tecnificada del portero moderna. Hay porteros que ejecutan la volea apenas recogen el balón para sorprender; otros saben que su volea se larga y no se apuran, precisamente porque conocen el alcance de sus lanzamientos. Un portero que salga rápido en largo es un peligro ofensivo.

El gol es el clímax de este deporte. El trabajo del protagonista de este artículo es, entre otras cosas, evitarlo. De modo que elegir ser portero es una decisión curiosa. Hacen falta muchas habilidades, valentía y una particular relación el error. Dicen que para serlo hay que estar un poco loco. Incluso el meta estadounidense Tim Howard sufre del síndrome de Tourette y todavía no hemos visto un gol en contra que falle por esa condición. Cuando vemos lo que hizo Oscarine Masuluke este año, nos queda claro que estar muy cuerdo puede ayudar. 

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