Pedro Molina
Diego Milito metió dos goles en una final de Champions League, pero
Gabriel jugó más tiempo en la selección, salió campeón de todo en el Barcelona
y en su posición fue un jugador más importante para el fútbol argentino. Frank
y Ronald de Boer nacieron el mismo día y tuvieron una trayectoria similar: dos
Mundiales disputados, más de 10 títulos en el Ajax, un paso en el Barcelona y
sus últimos minutos en la liga de Catar. Hay muchos casos en el mundo fútbol en
los que cuesta identificar qué hermano fue mejor que el otro.
Con las competencias internacionales suele pasar lo contrario. La Copa
Libertadores por historia y prestigio es la hermana mayor de la Sudamericana.
Sin embargo, el 2014 parece revertir la tendencia. Los semifinalistas hablan
por sí solos: Boca, River, Atlético Nacional y Sao Paulo por un lado; Defensor
Sporting, Nacional de Paraguay, Bolívar y San Lorenzo, por el otro. En cuanto a
nombres, la Sudamericana saca una luz de ventaja.
En 2002, cuando la Libertadores tenía más de cuarenta años, se disputó
la primera Sudamericana. Surgió como fruto de la unificación de las copas
Mercosur y Merconorte, que la Conmebol había impulsado en 1998 dividiendo a los
países de la región según su ubicación geográfica. El primer campeón fue el San
Lorenzo de Pellegrini tras ganarle cómodamente a Atlético Nacional.
Boca fue campeón dos veces consecutivas e Independiente la conquistó en
2010 como para que mantener hegemonía continental. En un segundo plano, Arsenal
(2007), Lanús (2013) y el fútbol chileno tuvieron sus picos de rendimiento en
este certamen. Entre el Colo-Colo subcampeón de Borghi de 2006 y la U de Chile
campeona en 2011 salió la base de su actual selección. Alexis, Vidal, Vargas,
Aránguiz son algunos de ellos.
Lentamente la Copa Sudamericana construyó su propia historia. El campeón
pasó a tener dos opciones más para bordar otra estrella: la Suruga Bank y la
Recopa, además de clasificar a la siguiente Libertadores. Boca y River fueron
invitados más allá de sus rendimientos deportivos e incluso el Xeneize hizo de
local en Salta para cumplir el sueño federal que hoy pertenece a la Copa
Argentina. Todo fue parte de un impulso. Esa regla ya no corre más, pero el
mérito deportivo se encargó de cruzarlos en semifinales como no sucede
internacionalmente desde 2004. La instancia y la cancha en la que se jugará la
vuelta son las mismas.
De los 7 países argentinos que arrancaron, son los únicos
sobrevivientes. La bandera celeste y blanca entre 32 participantes del cuadro
principal arrancó con 21,85% de chances de ser campeona, pero ahora pasó al 50%
de las probabilidades. Antes de arrancar el torneo en River jamás hubieran
imaginado llegar a donde están y después de la fecha 4 del torneo local, en
Boca tampoco. Jugar la primera ronda contra equipos argentinos redujo el
desgaste, mientras que el formato de cruces directos y sin grupos también
facilitó a la recuperación.
El menú no puede ser mejor. No sólo porque se trate de Boca y River sino
porque los dos llegan en un gran nivel. El equipo de Gallardo ya es una
realidad desde hace rato y los de Arruabarrena están en ascenso. El
superclásico del torneo local no fue suficiente y el empate dejó mucho en
discusión por Vigliano y la lluvia. Evidentemente, el destino quiere morbo,
lágrimas, ganadores y perdedores. La Sudamericana, ex hermana menor, brinda lo
que la Libertadores no permitió.
En la otra llave, San Pablo quiere repetir lo que obtuvo en 2012 tras
ganarle la final a Tigre. Sufrió para pasar al durísimo Emelec, pero tiene
material. Ganso, Kaká y Alan Kardec arriba y Rogerio Ceni, en el arco. Atlético
Nacional tuvo suerte con las llaves: La Guaira (VEN), General Díaz (PAR),
Vitoria (BRA) y Universidad César Vallejo (PER) fueron sus anteriores
escalones. De todas maneras, Newell´s puede dar fe de que es un equipo
complicado al ritmo de Sherman Cárdenas, Cardona y Mejía, tres nombres para
anotar.
La edición de 2014 puede ser el puntapié inicial para pensar a la
Sudamericana en el futuro. Algunos equipos ya plantearon que se podría jugar
anualmente y en paralelo a la Libertadores. La primera medida fue dividir a los
participantes entre un torneo y el otro. De este modo, la motivación de títulos
internacionales de la mayoría de los equipos se redujo a una. La Sudamericana
ya no es un premio consuelo de la Libertadores ni un desprecio, sino que los 47
equipos (¡sí, 47!) que participan tienen sus aspiraciones allí puestas. Por
ahora quedan cuatro, y dos de ellos son Boca y River, más atractivo que eso va
a costar encontrar.
Extraído de El Gráfico
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