En el mundo del fútbol hay varias perspectivas lícitas para
analizar el desempeño de un equipo. Para que el estudio sea válido hay que
examinarlo, primero como unidad y segundo el entorno que lo puede influenciar.
Decía Dante Panzeri que este deporte es de “oposición directa”. Hoy más que
nunca se busca ganar de forma espartana, sin el importar el cómo ni a quién.
Los fanáticos ven a sus jugadores y no a los que tienen en frente. Los técnicos
crean un plan estratégico con el que regirse para no caer en la operatividad que
conlleva el cortoplacismo. Esto lo sabe Gerardo Martino, y está trabajando en
ello.
Usted lo puede ver desde la perspectiva estadística: 5
puntos con par de goles tras 4 partidos son un estándar que la subcampeona del
mundo no se puede permitir. Esto así en frío y sin contemplaciones no va a
acorde a un análisis válido porque no tomamos en cuenta la “oposición directa” con
la que ha cedido puntos: Ecuador (el mejor al inicio de las eliminatorias),
Paraguay (la sorpresa y colectivo más sólido tras la Copa América) y Brasil,
que en cancha tiene a jugadores del Real Madrid, Bayern y Barcelona. Para más
inri, en ninguna de estas disputas se contó con Lionel Messi.
Aunque esto no puede ser una explicación del vecino, del
parquero o del amigo de la oficina. También puede guiarse por el punto de vista
táctico. Desde la partida de Sabella, Martino dejó claro que su estilo iba a
ser distinto. Para la Copa América vimos algunas pistas, pero la masa crítica
de elementos era casi idéntica.
9 entre 3 igual a 3
La novedad que más llamó la atención fue que el sistema solo
tenía espacio para un punta entre Higuaín, Agüero o Tévez. Hasta entonces le ha
dado oportunidades a los tres, mostrándose Tévez –en una vuelta esperada- como el
que más lateraliza su posicionamiento para continuar la jugada final.
El “Kun”
del Etihad es un killer que come
pasto a raudales con balones a profundidad y vacuna sin piedad las redes
inglesas, pero cuando a la remera skyblue
le tiñen las rayas blancas es menos resolutivo. Un problema que viene desde
el mundial de Brasil.
“Pipita” es el más delantero clásico de los tres. Su
trabajo en el área arrastrando marcas en la jugada para que defina con espacio
el rematador al segundo palo es su mejor cualidad. Sin mucho más que agregar.
Parte de la transición pasa por ir renovando la plantilla. Los
que van de entrada deben saber qué hacer antes de remplazar a los que van de
salida. La idea del “Tata” es probar y competir a la vez, lo dicen las
contantes alineaciones cambiantes, siempre con nombres nuevos en las mismas.
Esta dinámica de “ensayo y error” hace un comprensible el desatino en la ocupación de espacios de los primeros partidos que, poco a poco, se va corrigiendo.
Acá el análisis va ganando argumentos y matices.
La salida
Martino no ve tranquilo cómo Otamendi o Funes Mori largan
balones para saltarse líneas y para cambiar de banda. Él tiene el gen
Barcelona, prefiere los toques cortos porque esos largos envíos pueden llegar a
ser obuses para su receptor potencial. Esto puede generar un rebote, y los
rebotes crean más riesgo en el juego que cualquier extremo regateador.
Que Argentina tenga problemas en la génesis de su posesión
es inédito porque siempre ha contado con volantes de primera línea de gran
tacto con el esférico. Y los tiene. Matías Kranevitter clarificó con su botín
lo poco que le llegó ante Paraguay, es buen síntoma que lo estén utilizando
desde tan temprano porque le sobra talento en esa labor. Pero por ahora es Éver
Banega, la carta de presentación para noches
grandes, como ante Brasil, donde ocupó una función cerebral.
El que se proyecta a resolver la escasez creativa en los pasillos inferiores es Ángel Correa.
Ya iniciado por Simeone en Madrid está mostrando movimientos interesantes para
recibir y enlazar limpiamente. Juega de enganche, pero baja a recibir si ve que
la salida peligra. De conducciones muy inteligentes. Con él, la albiceleste es
más vertical y puede desplegarse con seguridad. Habrá que pulirlo para que esas
paredes que intenta den los frutos deseados, está naciendo su lado crack con la selección.
Cambio de paradigmas
Del juego por afuera es más de lo mismo: regates para avanzar,
sobre todo de Di María. En Argentina la precisión técnica es muy
perfeccionista, bandera de su identidad. Marcos Rojo empieza a ver estoicamente desde
el banco a Emmanuel Más haciendo su trabajo con cierta afinidad funcional. Así
como Zabaleta ve a Roncaglia.
En el vestuario se empiezan a dar cuenta que, salvo el fideo, Masche y la pulga, no hay imprescindibles.
En parte para armar la renovación; en parte para que cada puesto tenga un
sustituto con minutos de experiencia.
El estratega quiere armar un juego ajedrez, de manera que
cada quien sepa cómo moverse. Está capacitando a un radio amplio de piezas para
saber qué hacer en distintos tipos de circunstancias. Construye una idea de
juego para que las lesiones no alteren su sistema. Dejar que venza la
incertidumbre que trae consigo el azar no está contemplado en la mente del
rosarino. Hay que pluralizar los conceptos para que todos empujen hacia el
mismo lado. Y está trabajando en ello.
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