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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

En el mundo del fútbol hay varias perspectivas lícitas para analizar el desempeño de un equipo. Para que el estudio sea válido hay que examinarlo, primero como unidad y segundo el entorno que lo puede influenciar. Decía Dante Panzeri que este deporte es de “oposición directa”. Hoy más que nunca se busca ganar de forma espartana, sin el importar el cómo ni a quién. Los fanáticos ven a sus jugadores y no a los que tienen en frente. Los técnicos crean un plan estratégico con el que regirse para no caer en la operatividad que conlleva el cortoplacismo. Esto lo sabe Gerardo Martino, y está trabajando en ello.

Usted lo puede ver desde la perspectiva estadística: 5 puntos con par de goles tras 4 partidos son un estándar que la subcampeona del mundo no se puede permitir. Esto así en frío y sin contemplaciones no va a acorde a un análisis válido porque no tomamos en cuenta la “oposición directa” con la que ha cedido puntos: Ecuador (el mejor al inicio de las eliminatorias), Paraguay (la sorpresa y colectivo más sólido tras la Copa América) y Brasil, que en cancha tiene a jugadores del Real Madrid, Bayern y Barcelona. Para más inri, en ninguna de estas disputas se contó con Lionel Messi.

Aunque esto no puede ser una explicación del vecino, del parquero o del amigo de la oficina. También puede guiarse por el punto de vista táctico. Desde la partida de Sabella, Martino dejó claro que su estilo iba a ser distinto. Para la Copa América vimos algunas pistas, pero la masa crítica de elementos era casi idéntica.

9 entre 3 igual a 3

La novedad que más llamó la atención fue que el sistema solo tenía espacio para un punta entre Higuaín, Agüero o Tévez. Hasta entonces le ha dado oportunidades a los tres, mostrándose Tévez –en una vuelta esperada- como el que más lateraliza su posicionamiento para continuar la jugada final. 

El “Kun” del Etihad es un killer que come pasto a raudales con balones a profundidad y vacuna sin piedad las redes inglesas, pero cuando a la remera skyblue le tiñen las rayas blancas es menos resolutivo. Un problema que viene desde el mundial de Brasil. 

“Pipita” es el más delantero clásico de los tres. Su trabajo en el área arrastrando marcas en la jugada para que defina con espacio el rematador al segundo palo es su mejor cualidad. Sin mucho más que agregar.

Parte de la transición pasa por ir renovando la plantilla. Los que van de entrada deben saber qué hacer antes de remplazar a los que van de salida. La idea del “Tata” es probar y competir a la vez, lo dicen las contantes alineaciones cambiantes, siempre con nombres nuevos en las mismas. Esta dinámica de “ensayo y error” hace un comprensible el desatino en la ocupación de espacios de los primeros partidos que, poco a poco, se va corrigiendo. Acá el análisis va ganando argumentos y matices.

La salida

Martino no ve tranquilo cómo Otamendi o Funes Mori largan balones para saltarse líneas y para cambiar de banda. Él tiene el gen Barcelona, prefiere los toques cortos porque esos largos envíos pueden llegar a ser obuses para su receptor potencial. Esto puede generar un rebote, y los rebotes crean más riesgo en el juego que cualquier extremo regateador.

Que Argentina tenga problemas en la génesis de su posesión es inédito porque siempre ha contado con volantes de primera línea de gran tacto con el esférico. Y los tiene. Matías Kranevitter clarificó con su botín lo poco que le llegó ante Paraguay, es buen síntoma que lo estén utilizando desde tan temprano porque le sobra talento en esa labor. Pero por ahora es Éver Banega,  la carta de presentación para noches grandes, como ante Brasil, donde ocupó una función cerebral.

El que se proyecta a resolver la escasez creativa en  los pasillos inferiores es Ángel Correa. Ya iniciado por Simeone en Madrid está mostrando movimientos interesantes para recibir y enlazar limpiamente. Juega de enganche, pero baja a recibir si ve que la salida peligra. De conducciones muy inteligentes. Con él, la albiceleste es más vertical y puede desplegarse con seguridad. Habrá que pulirlo para que esas paredes que intenta den los frutos deseados, está naciendo su lado crack con la selección.

Cambio de paradigmas

Del juego por afuera es más de lo mismo: regates para avanzar, sobre todo de Di María. En Argentina la precisión técnica es muy perfeccionista, bandera de su identidad.  Marcos Rojo empieza a ver estoicamente desde el banco a Emmanuel Más haciendo su trabajo con cierta afinidad funcional. Así como Zabaleta ve a Roncaglia.

En el vestuario se empiezan a dar cuenta que, salvo el fideo, Masche y la pulga, no hay imprescindibles. En parte para armar la renovación; en parte para que cada puesto tenga un sustituto con minutos de experiencia. 

El estratega quiere armar un juego ajedrez, de manera que cada quien sepa cómo moverse. Está capacitando a un radio amplio de piezas para saber qué hacer en distintos tipos de circunstancias. Construye una idea de juego para que las lesiones no alteren su sistema. Dejar que venza la incertidumbre que trae consigo el azar no está contemplado en la mente del rosarino. Hay que pluralizar los conceptos para que todos empujen hacia el mismo lado. Y está trabajando en ello.

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