Llegó por la ventana y se
fue por la mirilla de la cerradura. Javier
Saviola se despidió de River con un rendimiento muy alejado del esperanzado,
pero muy cercano al esperado. El “Conejo” abandonó temporalmente la
tranquilidad europea, empujado por su amigo Pablo Aimar, para adentrarse en el
frenético fútbol argentino y volver a sentirse importante en el club donde
nació.
Pero no lo logró. El retorno tan mentado y esperado llegó con
delay, en frasco pequeño, fuera de forma y alejado de la velocidad y
desequilibrio que alguna vez mostró tanto en River como en instituciones de
la élite europea, como Barcelona o Real Madrid.
En su segundo (y último)
paso por el club participó de 15
partidos (completó 820 minutos en cancha), se colgó la medalla de la Copa Libertadores a pesar de haber disputado
solamente los últimos 6 minutos de la ida ante Guaraní y no conoció el
césped japonés en el Mundial de Clubes.
A sabiendas de que no era
el de los borrosos recuerdos de antaño, Gallardo
aceptó a regañadientes (y ante la falta de refuerzos para encarar el tramo
final de la Copa Libertadores) a un jugador de 33 años (ahora 34) cuya mejor
época ya había pasado.
La ilusión siempre estuvo:
en sus primeros partidos demostró
categoría en las descargas, limpiar las jugadas con un solo toque y elegir
siempre bien. Pero el físico le pasó factura. Ya no podía desmarcarse ni quitarse jugadores de encima como antes. La
mente funcionaba, pero las piernas no respondían.
Y a su cabeza se le sumó
una vieja e ingrata obsesión: el gol.
La correlatividad de partidos sin poder anotar se transformó en un karma para
el histórico delantero. “No quiero
despedirme sin que mis hijos me vean anotar con esta camiseta”, solía
repetir.
Los
minutos transcurrían, las posibilidades se desperdiciaban y la ilusión de la
conquista se fue llenando de nubarrones. El abrupto portazo de
Pablo Aimar fue el click que le faltaba a su cabeza para decir también adiós:
tenía la decisión tomada, solamente restaba elegir el momento.
Una charla con el entrenador
de River le sirvió para ratificar que, a pesar de la acefalía de goleadores, no
estará entre las prioridades para el 2016. Lo
buscaron Excursionistas y Patronato. También sonó en Uruguay y en los ya cada
vez más comunes pero exóticos destinos. Incluso piensa en el retiro.
¿Qué será del futuro de
Javier Saviola? Es un misterio. Pero deja una lección: podrá ser subestimado,
pero el fútbol argentino no es para
cualquiera. Para destacarse en él
hay que elegir el momento justo, estar todavía pleno. Como hicieron Verón,
Riquelme y Tévez. Si no, te empuja al
retiro.
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