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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)


A los hinchas de Liga de Quito les gustará esto: su equipo juega como si empezase el partido perdiendo. Ante Nacional de Paraguay nunca estuvo por debajo, pero mostró una necesidad de anotar que parece desesperada,  y es solo por el estilo con el que busca el gol. Su rival fue todo lo contrario. La Casa Blanca atestiguó un cruce sudamericano con ideas distintas en cancha. Un grande dormido ante un hueso duro de roer.

Nacional se apegó al libreto del actor de reparto sudamericano

En Liga hace falta un volante pivote que conecte el balón entre la defensa y los de arriba. Pero ese jugador es prescindible en este sistema. Se recurre al long-ball por vocación. Los balones largos de Araujo e Hidalgo caían como obuses en la mitad de cancha guaraní. Su oposición presionaba con tres hombres que al recuperar armaban la transición con el brasileño Teixeira como finalizador, pero ante los envíos quiteños, la presión bajó a ser media. El bagaje físico que trajeron no fue el más adecuado para rendir al máximo y se notó en un tempo de juego pasivo.

La importancia de llamarse Diego

La facción ofensiva universitaria alterna extremos, Cavallaro por adentro y Matamoros con Morales por afuera. Este último es el distinto, se llama Diego. Es argentino. Y que un futbolista se llame así es muy especial. Su performance oscila entre la pausa y la electricidad, todos entienden el procedimiento ofensivo cuando la toca, como si su movimiento fuese un telegrama de guerra. 

Un cambio de guión desde el banco de Luis Zubeldía rezaba "atacar por abajo". En esa faceta, castigaron a Don cada vez que encontraban al hombre libre en la jornada de toques. Había luz verde del técnico ex Racing –que entiende la identidad de juego meridional- para pegarle desde una distancia razonable. Y así cayó el primero.

Guardarse para la vuelta

Hasta el radical de la sur más abstraído del partido se dio cuenta que Marco Riveros era la génesis del juego nacionalófilo. Pero Congo nunca se dispuso a incomodarlo, siempre pudo iniciar la salida con espacio. Los académicos tuvieron fútbol de pábulo como para el empate, pero progresaban sin morder. Lo mejor que les pudo pasar fue que Liga también perdió intensidad. El espectro de la fatiga desplegó sus alas negras en Nacional, les empezó a pesar la pelota en los pies.


La visita nunca se durmió, pero los esporádicos remates de la “U” le servían de despertador. Raschle inmoló piezas disminuidas para levantar la cohesión a un grupo de jugadores que trabajan desde febrero. En el segundo tiempo se notó su desnivel, aunado al desgaste que sugiere la altura de la capital ecuatoriana. Salieron baratos con el 1-0. 

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