“El error –es decir, la fe en el ideal- no es ceguedad. El error es la cobardía” Federico Nietzsche
El cierre de temporada de Colo Colo es algo que muchos medios e hinchas no
especulaban ni esperaban respectivamente. Todo parecía marchar rumbo al título
del Clausura. Tras una Copa Libertadores breve y una caída cualitativa en el
torneo local, el desconcierto es grande. Con tantos jugadores capaces de hacer
un buen semestre, algunos de referencia en el continente ¿Cómo se explica que
el albo tenga este bajón en su
rendimiento?
Los del cuadro popular habían mantenido un estilo con influencias europeas:
elaborar la jugada con circuitos de pases que van del área propia hasta la zona
de finalización. Para hacer que la progresión sea efectiva, usaban a sus
laterales (ambos de porte ofensivo) para la creación de superioridades en la
mitad de la cancha, buscando proyectarse cerca de la línea que marca el esférico.
Colapsar el mediocampo aminora el riesgo de sufrir contraataques y ayuda a tener
siempre una opción de pase cercana. Con dos volantes de marca doctos en la
recuperación –usualmente Baeza y Pavez- “Pajarito” Valdés tenía escoltas a la
hora de conducir o filtrar el último o penúltimo pase. La idea estaba clara.
Dice Didier Deschamps, ganador de la Copa del Mundo en 1998 y seleccionador
de Francia, que existen “dos zonas de la verdad… Si tienes a un buen portero y
a un gran delantero, no estas lejos de la victoria”. Colo Colo cumple con ambos
requisitos. Si el cacique fuese una oración, Esteban Paredes sería el punto
final. Referencia ofensiva
inexorable; uno de las mejores puntas de Sudamérica. La manera en la que se
explota su potencial goleador es parte de un trabajo continuista con respecto a otras gestiones. Justo Villar hace que
delanteros como Paredes tengan un mal día en la oficina, pese a sus 39 años
sigue siendo el guardameta titular en la selección guaraní.
Al profesor Sierra se le dieron las herramientas para poder hacer un
semestre acorde a la altura de un grande. Si bien el once que dibujaba en
Libertadores era un lujo para la categoría, solo pudieron ganar ante Melgar en
dos ocasiones. El guion se repetía aunque variasen los nombres. El inmutable
4-3-3 con casi siempre los mismos intérpretes y relevos derivó en un
comportamiento predecible. Hubo quejas de que los jugadores no podían crear
peligro, esto es dado a que los rivales se habían dado cuenta de que los
patrones de avance se repetían. En una plantilla de menos de 16 jugadores, las
posibles variantes son más fáciles de estudiar y anticipar. Es como el plato
que siempre se prepara con los mismos ingredientes; solo por el olor se le
puede reconocer.
Josep Guardiola tuvo este mismo problema con los jugadores del Bayern Múnich
en su primera temporada. En el libro “Herr Pep” de Marti Perarnau se habla de
un problema que se repite en escuadras que buscan avanzar con el esférico de
manera similar: “el balón circula de una banda a otra de manera inocua: de
Ribéry a Alaba; de este, a Dante; del brasileño, a Boateng; de este, a Rafinha
y finalmente a Robben, dibujando una especie de u mayúscula. A veces también
intervienen Neuer y Lahm. Es un movimiento horizontal que no conduce a ninguna
parte. El balón circula de un costado al otro, de pie en pie, sin la menor
sustancia. Es como un guiso sin sal. El rival puede defenderse casi sin
esfuerzo porque los jugadores del Bayern en ningún momento intentan romper sus
líneas”.
Empates a cero ante Atlético Mineiro e Independiente del Valle como local fueron la mayor prueba de que
el once fijo pecaba de repetirse en su accionar y la sorpresa no llegaba, todos
sabían que Paredes era el blanco de la movida. De pronto la surgió desconfianza
en el juego de toque. Los jugadores empezaron a dibujar esta “u” en la cancha
mientras no estuvo Parades para recibir el último pase. Además que la calidad
entre Paredes y sus no tan planificados sustitutos era abismal. No había
confianza para descargar y el conservadurismo les jugó en contra.
“Los dos enemigos psicológicos principales con que los deportistas tienen
que aprender a lidiar son el miedo y el orgullo. En ese orden.” Escribe Manuel
Llorens, psicólogo deportivo de importante referencia en el fútbol.
En Arequipa tuvieron que valerse de
sus laterales incursionando hacia el área para poder remontar agónicamente el
inesperado 1-0, necesitaban la victoria para seguir con vida en la copa.
Centros y remates de larga distancia eran las nuevas vías: las expresiones
lúdicas de un colectivo que ya no creía en su propio libreto para poder hacer
daño. Melgar no pudo contener tanta repetición y cedió. Beausejour demostró no
solo ser un carrilero de gran entrega, sino que no hay en la plantilla quien
pueda rendir en sus condiciones. Ganaba una plantilla timorata y sin un plan B
definido. El Independiente del Valle los sacó del certamen con un empate sin
goles. Un proyecto se imponía ante el cortoplacismo.
“Es frecuente que el deportista estime su capacidad sobre la base de su
mejor actuación. A veces comienza a fabricarse una autoimagen desmesurada. Los
observadores, en cambio, tienden a evaluarlo sobre la base de su rendimiento
promedio. Esta discrepancia genera a menudo desencuentros.” Prosigue Llorens en
su libro “Terapia para el Emperador”
Se habla, puertas afuera del vestuario, que existe un divorcio entre el
cuerpo técnico y el plantel. Si se utiliza consecutivamente un grupo y se
discrimina a una porción importante de los elementos disponibles, estos pueden
empezar a oxidar el vestuario. Unos, con estas ínfulas provenientes de las
estadísticas que los confirman como titulares del equipo; y los otros, los que
sienten recelo de sus compañeros al sentir que en el fracaso siempre se pudo
hacer algo mejor colectivizando más las participaciones. La disparidad de los
egos trascendió la capacidad de influencia de los líderes y empezaron las
declaraciones fuera de lugar a aparecer en la prensa. Se sembró la semilla de
la imprudencia en el fango de la táctica impositiva.
Este tipo de conflictos son típicos en equipos que suelen mantener un once
fijo. El ir rotando posiciones va calmando los ánimos de la plantilla, haciendo
que todos se sientan parte del grupo. La dirigencia del albo puede jactarse de haber invertido recursos para poder alinear
a ciertos nombres, de manera que sean titulares. Sin duda es el mejor once de Chile
en nombradía. El problema surge cuando no se estimula la competencia interna.
Los que ven la acción desde el banquillo; los que no son parte del proyecto;
los que no pertenecen a la idea del entrenador son los mismos que impulsarán su
caída. No son solo once.
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