Gabriel González (@Gabochini)
La catarsis en la selección mayor venezolana de fútbol tiene que comenzar. Hay que decirlo, y tampoco es secreto para nadie; estamos entancados. El fútbol venezolano está, hoy por hoy, en una fase de estancamiento muy importante, no se consigue avanzar. La pasada Copa América la defino como un espejismo de lo que en realidad estamos "construyendo", y esto se debe a una serie de factores que iré mencionando a lo largo de este artículo. Hoy no quiero generalizar mucho, hoy quiero hablar específicamente de "la vinotinto".
Para empezar, quiero
escribir sobre el juego, lo más importante y lo que menos reconozco de este
combinado. ¿Tiene identidad este grupo en cancha? Puede ser. En líneas
generales, esta se basa en conceder el protagonismo y la intención ofensiva al
contrario, tratar de armar un bloque defensivo que llegue a ser sólido juntando
jugadores en determinadas zonas de la cancha y, una vez entrando en contacto
con el único objeto en todo el terreno de juego que nos va a hacer ganar el
partido, enviarlo —mayormente en largo— a los mediocampistas ofensivos para
que, mediante su inspiración nata, ocasionen alguna jugada que haga suspirar a
los parciales. O también, y acá seré más explícito, enviar un pelotazo a
Salomón para que pase la pelota mediante un cabezazo a algún venezolano que
esté cerca y éste genere algo. Lo que sea. Si es un remate, mejor.
Muchachos, seamos
serios, esto tiene que cambiar. Es imposible que evolucionemos proponiendo lo
mismo de siempre. Está bien, hay momentos donde se ve otra actitud de los
jugadores, de buscar el partido, de ir al frente, pero al final termina
siendo eso, momentos de actitud, los cuales tampoco se mantienen. No hay
sustentabilidad. Venezuela peca de muchos errores que en las eliminatorias más
complicadas del mundo no se pueden permitir porque lo pagas con goles. He ahí
un punto.
Otra cosa que también
me embarga de este grupo es la escasez técnica de varios futbolistas. En un
equipo de alto nivel, por mencionar alguno, el Manchester City de Josep Guardiola
—salvando las infinitas diferencias—, resultaría utópico ver a un defensor
central cometiendo el error de Wilker Ángel al tratar de salir jugando con la
pelota en el mediocampo, jugada que casi termina en gol de Brasil y uno de los
pocos momentos donde se vio a la defensa criolla plantada cerca del cinturón
del campo. A veces da la sensación de que, cuando los jugadores venezolanos
están en posesión del balón, quieren librarse de él a cómo dé lugar, quieren
sacarse el peso de encima; no hay freno, no hay calma, y en consecuencia, nadie
piensa. Muchas de éstas observaciones se denotan en casi todos los partidos que
disputa Venezuela, y muchas veces el aficionado termina apodándolas
"venezolanadas". He ahí otro punto.
En una eliminatoria
donde ya ni siquiera se compite, es momento de producir la catarsis. Es hora ya
de empezar a pulir los baluartes que deberán proteger un arco que tendrá nuevo
dueño. Es necesario comenzar a dar rodaje al talento que viene surgiendo de un
fútbol base criollo golpeado y que debe ser tomado muy en cuenta desde ya.
Yangel Herrera, Jefferson Savarino, Yeferson Soteldo, Daniel Saggiomo, Wuilker
Faríñez, Eduin Quero, Luis Castro, Sandro Notaroberto, Aarón Martínez, José
Pinto, Ronaldo Lucena, y tantos jugadores más, habituales y otros que se
pierden de vista en la selección sub-20 nacional, exigen a gritos un espacio en
la absoluta para protagonizar más minutos en partidos de alta exigencia, todo
esto pensando en el Sudamericano del año próximo, objetivo primordial para las
aspiraciones de estos chicos que deben trazarse la meta de llegar al Mundial de
su categoría.
Hay muchas cosas que
merecen cambios urgentes en el manejo y conducción de lo que se está haciendo
con la selección venezolana. Es momento de preparar el futuro para así lograr
el avance. Hay que apresurarse. Del plan y la ejecución depende Rafael Dudamel.
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