Por
Vanesa Doretti (@VanesaDoretti)
Quizás es injusto hablar
de la irregularidad en este momento, a una semana de alzar la Copa Argentina.
No pretendo opacar el merecido logro. Sin embargo, siempre que llega fin de año
todos hacemos un balance, incluso en el plano personal. Esta no es la excepción.
Y el torneo local entra en el balance del semestre. Gallardo puso la vara tan
alta, que siempre le exigimos más.
Este artículo pretende
analizar por qué River está séptimo, cuando –con mejor o peor funcionamiento-
ha sido superior a varios rivales y no se ha traducido en el marcador.
Comencemos a desentrañar el enredo.
El Millonario arrancó este
torneo bien arriba y luego se desinfló. Empezó la segunda parte del año con una
sonrisa tras haber conseguido un nuevo título: la Recopa Sudamericana, venciendo
al equipo colombiano Independiente Santa Fe. Días después comenzó el campeonato
y para seguir por esa senda ganadora, el Millonario se lució con una goleada
ante Banfield en la primera fecha del torneo local.
Aunque ese comienzo
arrasador, con buen juego, no pudo trasladarlo a los demás encuentros. Desde
los números, la campaña no es mala -tampoco brillante-, pese a estar séptimo en
la tabla de posiciones con 22 puntos, a 9 del líder Boca Juniors (31), y 6 de
Newell´s y San Lorenzo, cuando llegamos a la mitad del campeonato. Pero no hay
que perder de vista que es un torneo largo y lo más preocupante, en este
momento, no son los puntos sino el poco fútbol demostrado hasta aquí. No
obstante, una cosa puede derivar en la otra.
La primera causa y la más
destacada es la vulnerabilidad de la defensa. El River de Gallardo, que ganó
todo, se caracterizaba por tener la mejor defensa, una barrera sólida que
permitía que los volantes y delanteros ataquen constantemente sin sufrir
grandes sobresaltos. Hoy no la tiene. El único jugador que mantiene respecto a
la original es Maidana, los demás emigraron. La muralla y el jugador preferido
de Gallardo estuvo casi la mitad de los partidos disputados afuera por lesión.
Otro que se perdió la misma cantidad de encuentros fue Casco: se lesionó en la
fecha 8, frente a Arsenal, y recién podrá volver a jugar el año que viene.
Ante este panorama, el
técnico tuvo que adaptarse a las circunstancias. Pudo repetir el equipo en tan
sólo dos ocasiones. No es un dato menor. Además, probó juveniles ante la falta
de relevos. Hasta intentó con Ponzio de central para emparchar la defensa y en
ocasiones hizo un enroque con Mayada y Moreira, que lo pasó a la izquierda.
Mina que había tenido un buen arranque, bajó mucho su nivel en las últimas
fechas. Los agujeros que tiene la defensa, sumado a un arquero joven, que no te
da la seguridad que tenían los tres palos con Barovero, provocaron que River
perdiera varios puntos. Sobre todo con rivales inferiores.
El único equipo que fue
superior al Millonario de principio a fin fue Newell’s, que hasta pudo haber
sacado más ventaja, pero el travesaño, el arquero y la falta de puntería se lo
impidieron.
Otro factor de la
irregularidad de River, además de la endeblez de la defensa, los lesionados y la
pérdida de puntos claves, es la posesión improductiva. Esta estrategia es
buena, en la medida de que se genere peligro o para defender un resultado
teniendo el balón; pero si la intención es utilizarla para ganar un encuentro,
entonces es necesario tener agresividad. Guardiola una vez manifestó: “El
tiki-taka (como le dicen en España) es (…) un sucedáneo: es pasarse el balón
por pasárselo, sin intención ni agresividad”. En varias oportunidades, River
careció de creación.
D’Alessandro mayormente ha
jugado retrasado, recostado por derecha, pero rindió más cuando se adelantaba
en el campo. Si añadimos los vaivenes del Pity Martínez, los cambios de
posiciones de Nacho Fernández, River no pudo sacar provecho de la capacidad
goleadora de Driussi (acierto de Gallardo de ubicarlo como delantero) y Alario.
El primero es líder en solitario de la tabla de goleadores (9), pero necesita
que sus compañeros también lo ayuden creando y/o convirtiendo tantos. A mi
entender, River nunca pudo suplir la ausencia de Carlos Sánchez, el motorcito
del equipo. Por otra parte, la rescisión de contrato de Pisculichi no fue
beneficiosa para el club ni para él: se quedó seis meses sin jugar y River
perdió un jugador importante que marca la diferencia. ¿Es mejor Martínez que
Pisculichi?
Vayamos a los números. De
un total de 14 partidos jugados, el Millo ganó 6, empató 4 y perdió 4, logrando
el 52% de efectividad. Teniendo en cuenta lo anteriormente descripto, más el
aliciente de River por ganar la Copa Argentina y así asegurarse la última plaza
a la Libertadores, lo producido en el torneo local no es malo. Por supuesto que
se puede mejorar y que deberá ajustar tuercas para mostrar un mejor desempeño
en la segunda mitad y aspirar al título (el único que le falta a Gallardo).
Está lejos, pero aún queda mucho por delante.
El Millonario tiene que
solucionar algunos problemas en el rendimiento, no obstante, respira porque su
técnico sigue al mando. Mientras tanto la ovación hacia el Muñeco no cesa: no
es para menos. Ganó seis títulos en dos años y medio. El balance es más que
positivo.
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