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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
El lateral es una posición que no existía dentro de las primeras alineaciones de este deporte. A principios de siglo se jugaba 2-2-6 o 2-3-5. Cabe acotar que para entonces no existía la regla del fuera de juego y su práctica todavía demostraba que por los carriles centrales de la cancha se podía llegar fácilmente al arco rival.

Hoy también, solo que no tan fácilmente. Para poder desbordar un repliegue defensivo es más fácil por los costados. La razón es que las canchas de fútbol son lo suficientemente amplias como para que once individuos cierren completamente su zona. Dependiendo del sistema y el comportamiento defensivo, uno de los costados siempre es el débil. Lo que determina el costado débil de cada equipo es el opuesto a donde un equipo presiona o donde simplemente posee inferioridad numérica.


Muchos equipos orientan su vigilancia defensiva hacia el costado por el que el rival conduce el balón. Al hacer esto, queda descolocado si su oposición intenta un cambio de frente. Este gesto técnico es el terror de los laterales. Son balones que por la distancia y fuerza de ejecución son incómodos para interceptar; y no hacerlo supone comprometer a una defensa por el costado débil.

Muchos equipos buscan neutralizar a los laterales rivales. Para impedir que desdoblen (que pasen al ataque con un compañero cubriendo su espalda), suelen ubicar, siempre abierto, un extremo por la misma banda para fijarlo en la línea defensiva. El problema de un lateral que no combine juego defensivo con ofensivo es que su equipo lo resiente. Si no pasa al ataque, el rival sabe que por esa banda no necesita coberturas circunstanciales; si pasa mucho al ataque, pueden buscar el espacio que deja a sus espaldas o atacar cuando retroceda.


Los laterales modernos que no tengan presencia en las dos transiciones se están quedando obsoletos. Claramente hay unos con mentalidad ofensiva, como Marcelo, que tuvo primer tiempo falaz en Wembley por Champions League, precisamente porque se buscó el espacio a su espalda. El dilema del lateral está en calibrar cuándo salir y, de hacerlo constantemente, dosificar energías para poder pasar al ataque en velocidad con la posibilidad de poder retroceder en caso de no finalizar. Hoy, los laterales son casi futbolistas totales que juega cerca de la raya. 

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