La selección de Honduras dirigida por Jorge Luis Pinto
llegó al repechaje intercontinental con la moral por las nubes, ya que para
alcanzar dicho encuentro no solo tuvo que vencer nada menos que a México (3-2
en el Estadio Olímpico Metropolitano), sino que además necesitaron de una
derrota inesperada de un peso pesado como lo son los Estados Unidos para lograr
dicho pase. Aunque, finalmente, terminarían pereciendo en la orilla de Sydney,
merced del juego asociativo y ofensivo propuesto por Ante Postecoglou, sí, pero
sobre todo por culpa de errores que comenzaron en el banquillo y que se
reflejaron en el verde césped.
El encuentro de ida en San Pedro Sula (que mostró un campo
de juego muy lejos de la trascendencia que tenía el choque ante la Selección de
Australia) había dejado en claro que la paridad estaría a la orden del día, ya
que, si bien los Socceroos habían sido un poco más, estos no habían podido
manifestar una superioridad manifiesta. El 4-2-3-1 que puso Pinto en el terreno
de juego fue sumamente efectivo y la Garra Catracha pudo anular en algunos
tramos del encuentro a la medular visitante, que extrañó en demasía a un Tim
Cahill que se recuperaba de su lesión. Además, los cuatro defensores que Pinto
puso en cancha (que se paró en línea, igual que la de tres de su rival) no
pasaron muchos apuros para contener los ataques de Juric e Irvine, aunque
también cabe destacar que tampoco generaron muchas jugadas en ofensiva, por lo
que el 0-0 final terminó siendo un resultado lógico.
Alineaciones
Australia (3-5-1-1): Ryan, Wright, Sainsbury, Jurman;
Leckie, Milligan, Jedinak ©, Mooy, Behich; Rogic; Cahill
Honduras (5-4-1): Escober, Izaguirre, Alvarado, Maynor
Figueroa ©, Palacios, Beckeles; Quioto, Acosta, Claros, Elis; Lozano
Pese a que el 4-2-3-1 había servido para frenar el juego
asociativo y de ataque del conjunto australiano, a último momento (y sin
haberlo ensayado previamente) Pinto se decidió por plantar en terreno oceánico
un incomprensible 5-4-1. Y sorprendió la medida tomada no solo porque no se
llegó a consensuar antes con los jugadores -que no se sienten cómodos jugando
de dicha manera-, sino porque los resultados no han sido los deseados cada vez
que el colombiano se decidió por poner una línea de cinco defensores (sea en
dicho sistema táctico o también con un 5-3-2):
• Honduras 0-0 México
• Estados Unidos 2-1 Honduras
• Honduras 1-1 Panamá
• Honduras 0-2 México
• México 0-0 Honduras
• Panamá 0-1 Honduras
• Honduras 1-1 Costa Rica
• Ecuador 3-1 Honduras
• Estados Unidos 6-0 Honduras
• México 3-0 Honduras
• Panamá 2-2 Honduras
• Honduras 0-1 Costa Rica
• México 1-0 Honduras
Si, desde su llegada al banquillo de la H, en hasta 13
oportunidades se había probado con la línea de cinco defensores (tanto en
amistosos como en competencias oficiales) y el resultado no había sido el
mejor: 1-5-7, con un récord de 6-22 en goles marcados y recibidos. Como
siempre, el problema principal no pasa por el delineado táctico en si (porque
el fútbol es movilidad), sino porque los propios jugadores hondureños no
supieron llevar adelante dicho plan de manera óptima.
La imagen que se
vio durante varios tramos del encuentro fue esta: los tres del fondo se
mantuvieron casi siempre en línea y los laterales no salían a cubrir las
salidas de Jedinak, Milligan y Mooy, por lo que estos, como se observa en la
imagen, tenían mucho terreno para avanzar, a la vez que los carrileros
Socceroos (Leckie y Behich) aprovechaban esa apatía para romper por las bandas.
El único que solía ser marcado era el retornado Cahill, que no tocó mucho la
pelota pero que, con enorme inteligencia y paciencia, supo ver sus oportunidades,
tanto para asistir a un compañero como para recibir faltas en lugares clave del
campo.
Y este estatisismo
generó situaciones como la siguiente: los defensores hondureños ponían sus ojos
en la pelota y en el jugador que la tenía en sus pies, pero descuidaban
muchísimo a todos los demás, que llegaban como una exhalación hacia el área
defendida por Escobedo. Así llegaron el tiro libre que Jedinak terminaría
convirtiendo, como también los dos penales.
En pocas ocasiones
Honduras pudo mantener marcas al hombre (como en la imagen), pero aún así los
laterales fueron un punto muy flojo, sobre todo luego de la lesión de
Izaguirre, ya que la entrada de Henry Figueroa no mejoró en nada la situación.
Por último, tenemos aquí el mayor problema de una defensa
que juega en línea: un jugador con buen pie (como Jedinak o Rogic), al notar
esta situación, buscaría ese balón venenoso para que un compañero de ataque
pudiera romper a la defensa, que, marcando así, estaba un tempo atrasado.
Se dice que en la vida los que se animan son los que
finalmente resultarán vencedores, y en Sydney esto fue más que palpable:
Postecoglou paró a su equipo bien arriba, buscó que el balón circulara con
rapidez y por los costados. Aunque en el primer tiempo Honduras pudo hacerle frente
a su rival (que solo pateó una vez bajo palos pese a tener el 72% de la
posesión de balón), la clave pasó por la calma. Australia sabía que este era el
camino, y aunque cedió más el esférico en la segunda mitad (solo la tuvieron en
su poder un 51%, un cambio enorme), supo por donde y cuando atacar y eso,
sumado a la apatía de un rival que se sentía incómodo con el sistema propuesto
por su entrenador, terminaría por generar la diferencia final.
Australia, luego de disputar nada menos que 22 partidos y
de 249.000 kilómetros recorridos (para darse una idea, esto equivale a darle la
vuelta al mundo más de seis veces), consiguió alcanzar su quinta Copa del
Mundo, la cuarta consecutiva. La apuesta por pasarse a la Confederación
Asíatica le salió redonda y, aunque esta eliminatoria le costó mucho, el pase
le sigue dando réditos gracias a la mayor competitividad de la región.
En cambio, Honduras pagó caro el mal manejo de esta
eliminatoria a partido y revancha ante los oceánicos, sobre todo por haber
puesto en cancha un sistema tan defensivo que incluso impidió a sus jugadores
salir a buscar la igualdad (que los metía en Rusia). Con una generación
gloriosa, pero en franca retirada, la Federación deberá replantearse muchas
cosas para volver a competir de la manera en la que se lo merece.
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