Ads (728x90)

Gabriel González (@Gabochini)

Este 22 de noviembre se abre el telón del evento cúspide del fútbol sudamericano a nivel de clubes. La gran final (partido de ida) de la CONMEBOL Bridgestone Libertadores 2017 inicia en Porto Alegre: Grêmio (Brasil) se enfrenta a Lanús (Argentina) en un duelo de alto calibre futbolístico. Dos formas antagónicas de buscar el triunfo se miden en un escenario límite, en el cual deberán demostrar, en todo su esplendor, el trabajo que los ha llevado hasta tal instancia.

 

Esta final de Copa Libertadores presenta la oportunidad de ver a dos equipos con caminos muy distintos para llegar a la victoria. Por el lado brasileño se presenta el Grêmio de Renato “Gaúcho” Portaluppi, un equipo poseedor de grandes individualidades y que comprende muy bien su manual de juego. Del otro lado de la vereda se encuentra el Lanús de Jorge Almirón, combinado caracterizado por su intención audaz y fuertemente apegada a un repertorio de conceptos característicos del juego de posición/ubicación. Batalla de estilos más que interesante.

 


Flexible por condición, la base del juego de Grêmio parte desde la técnica. Futbolistas como Arthur (mediocampista) o Luan (mediapunta) impulsan una idea cimentada en transiciones ofensivas de alto ritmo para dañar al rival. La prolijidad colectiva para pasar al primer toque y/u orientar los ataques hacia las zonas más débiles del rival permite que los contraataques del tricolor gaúcho resulten altamente efectivos. Su búsqueda común es clara: generar claras oportunidades de gol aprovechando las llanuras relegadas por el contrario.

 


Luan, quien ejerce el rol de enganche en el equipo de Portaluppi, es clave para el buen desarrollo de las transiciones. Al ser un jugador con una exquisita capacidad para tocar de primera y asociarse aportando ventajas, cuando recibe de espaldas al arco en pleno contragolpe, en mayoría de ocasiones deja de cara al resto de compañeros que salen propulsados en busca del arco contrario. Si salta un marcaje para anular sus acciones -escenario común debido a su reconocida habilidad como generador-, el primer toque o el giro para zafar de la marca hacen parte de su variado listado de recursos para resolver situaciones. Contiene una gran lucidez mental para ejecutar envíos (filtrados, rasantes, a tres dedos) que proporcionen oportunidades de desequilibrio a sus compañeros. Es el jugador que más brilla en este equipo por ser el más reactivo y venenoso en metros finales. Conductor y filtro de todos los ataques. Crucial en la idea.

 

Una de las armas más letales del combinado brasileño a la hora de lastimar al adversario son las transiciones ofensivas. Dentro de ellas, el alto ritmo de circulación de la pelota es esencial. Grêmio trata de evitar mostrarse como un equipo predecible e intenta no caer en las garras de un juego muy directo (que a veces lo muestra, jugando al balón dividido desde su portero). El cambio de estado de defensa a ataque marcha a gran velocidad y con la esférica a ras de césped. El propósito es buscar un panorama favorable (espacios/duelos 1vs1) para explotar las posibilidades individuales de sus atacantes en pos de la anotación.

 

 

Otro de los ingredientes indispensables en la elaboración de los contraataques gaúchos es el dejar de cara. Si el rival logra avanzar hacia zonas decisivas y Grêmio recupera el balón, sus contragolpes distan de ser emparentados con locomotoras: sea Lucas Barrios/Cícero (delanteros) o Luan -los que mayormente esperan que sus compañeros recuperen para salir a atacar-, el compromiso del jugador lejano que reciba la pelota es cederla en buenas condiciones a cualquiera de los compañeros que van saliendo del repliegue. Ceder el pase al primer toque durante la transición garantiza la adición de unidades al ataque y libertad al receptor de decidir, con el campo de frente, por dónde avanzará la jugada. Pivotear para atraer e impulsar la persecución hasta el arco contrario.

 

Una de las fortalezas que le ha permitido al Rei de Copas instalarse en la final continental ha sido su organización defensiva. Su estricto orden en el repliegue, constantes vigilancias e imponentes anticipaciones desde sus defensores centrales componen un bloque difícil de quebrantar. A sus ataques no se añaden muchos futbolistas. Sus centrales no muestran vocación ofensiva y de sus laterales sólo hay un llegador constante (Bruno Cortez). Al jugar con dos centrocampistas, entre sí se reparten la responsabilidad de sumarse al ataque, pero nunca se sueltan los dos. Ergo, equipo conservador.

 


Paciencia, posesión, amplitud, juego interno, frecuencia de movimientos; indicadores del juego granate. Al mando de Jorge Almirón, Lanús se ha destacado como un conglomerado obsesionado por superar a sus rivales en la mayor cantidad de situaciones sobre el terreno de juego. Portando la bandera del fútbol posicional, han conseguido mantener un proyecto futbolístico que hoy consigue una nueva final.

 

La permanente búsqueda de la superioridad numérica para superar las líneas de oposición del contrario hace parte de sus mandamientos futbolísticos. Ser más en la salida para que el rival caiga en la trampa: atracción para penetrar la presión y avanzar metros juntos. La utilización del portero Esteban Andrada es imprescindible en esta fase. Si el rival presiona con dos (como es el caso de Grêmio, suponiendo que presione la salida), Lanús puede avanzar con ayuda del portero y los centrales abiertos (3 vs. 2) o, si se complica la superación, añadir al mediocentro (4 vs. 2) formando un rombo. Movimientos comunes en su iniciación de juego.

 

 

La amplitud que ofrecen sus extremos bien pegados a la línea de cal permite que los pasillos internos se tornen más accesibles. Este escenario favorece a los futbolistas que conforman el mediocampo granate (Iván Marcone, Román Martínez y Nicolás Pasquini), quienes poseen mayores oportunidades de hacer daño por dentro si las líneas se estiran con el posicionamiento de Lautaro Acosta por izquierda y Alejandro Silva por derecha.

 

La alta frecuencia de movimientos también es un gran problema para sus adversarios; laterales que rompen hacia dentro, recorridos para ubicarse entre líneas y/o a diferentes alturas, “si vengo es porque voy, si voy es porque vengo”… Serie de distracciones que hacen más difícil mantener ordenada la estructura defensiva de sus contrarios, algo que puede hacerle mucho daño a un equipo como Grêmio en esta final.

 

A pesar de que Lanús ha atravesado un bajón en su nivel de competencia en el tiempo reciente, rastros de buen juego han aparecido en momentos importantes de su andar por la Copa. Un equipo potenciado por las ganas de hacer historia del que Grêmio se tendrá que cuidar para no sufrir en demasía.

 

 

Tomando su juego de ataque como punto de partida, Lanús deberá aprovechar al máximo el gran espacio para atacar proporcionado por la amplitud de sus extremos. Estirar la doble línea de cuatro de Grêmio para encontrar las zonas libres de cara al arco será un punto clave para hacer daño a la defensa tricolor. Desbalancear la estructura defensiva de un equipo como Grêmio también será importante; aplicar con mayor continuidad ese repertorio de movimientos distractores y posicionarse a diferentes alturas pueden ser otras variables que ayuden a lograrlo. Y en defensa, no habrá otra prioridad más que anular las frenéticas transiciones ofensivas del rival. Contener a Luan y optimizar la presión tras pérdida para estos dos duelos no deben ser opciones.


Partiendo de su idea central, el equipo de Renato Gaúcho tendrá que estar bien preparado desde su repliegue y permanecer muy atento en las vigilancias. También será necesario anular los circuitos ofensivos de Lanús para salir a gran velocidad en busca de la portería de enfrente. Instalar el bloque muy abajo no se antoja recomendable; sí mejorar sus comportamientos a la hora de presionar y/o recuperar la pelota. Evitar convertirse en un equipo largo. Ser muy eficientes en ataque. Y claro, aspirar a que la suerte los acompañe.

Publicar un comentario