Este
22 de noviembre se abre el telón del evento cúspide del fútbol sudamericano a
nivel de clubes. La gran final (partido de ida) de la CONMEBOL Bridgestone
Libertadores 2017 inicia en Porto Alegre: Grêmio (Brasil) se enfrenta a Lanús
(Argentina) en un duelo de alto calibre futbolístico. Dos formas antagónicas de
buscar el triunfo se miden en un escenario límite, en el cual deberán
demostrar, en todo su esplendor, el trabajo que los ha llevado hasta tal instancia.
Flexible
por condición, la base del juego de Grêmio parte desde la técnica. Futbolistas
como Arthur (mediocampista) o Luan (mediapunta) impulsan una idea cimentada en
transiciones ofensivas de alto ritmo para dañar al rival. La prolijidad colectiva
para pasar al primer toque y/u orientar los ataques hacia las zonas más débiles
del rival permite que los contraataques del tricolor
gaúcho resulten altamente efectivos. Su búsqueda común es clara: generar claras
oportunidades de gol aprovechando las llanuras relegadas por el contrario.
Luan,
quien ejerce el rol de enganche en el
equipo de Portaluppi, es clave para el buen desarrollo de las transiciones. Al
ser un jugador con una exquisita capacidad para tocar de primera y asociarse
aportando ventajas, cuando recibe de espaldas al arco en pleno contragolpe, en
mayoría de ocasiones deja de cara al
resto de compañeros que salen propulsados en busca del arco contrario. Si salta un marcaje para anular sus
acciones -escenario común debido a su reconocida habilidad como generador-, el
primer toque o el giro para zafar de la marca hacen parte de su variado listado
de recursos para resolver situaciones. Contiene una gran lucidez mental para
ejecutar envíos (filtrados, rasantes, a tres
dedos) que proporcionen oportunidades de desequilibrio a sus compañeros. Es
el jugador que más brilla en este equipo por ser el más reactivo y venenoso en
metros finales. Conductor y filtro de todos los ataques. Crucial en la idea.
Una de
las armas más letales del combinado brasileño a la hora de lastimar al
adversario son las transiciones ofensivas. Dentro de ellas, el alto ritmo de
circulación de la pelota es esencial. Grêmio trata de evitar mostrarse como un
equipo predecible e intenta no caer en las garras de un juego muy directo (que
a veces lo muestra, jugando al balón dividido desde su portero). El cambio de
estado de defensa a ataque marcha a gran velocidad y con la esférica a ras de
césped. El propósito es buscar un panorama favorable (espacios/duelos 1vs1) para
explotar las posibilidades individuales de sus atacantes en pos de la
anotación.
Otro
de los ingredientes indispensables en la elaboración de los contraataques gaúchos es el dejar de cara. Si el rival logra avanzar hacia zonas decisivas y Grêmio
recupera el balón, sus contragolpes distan de ser emparentados con locomotoras:
sea Lucas Barrios/Cícero (delanteros) o Luan -los que mayormente esperan que
sus compañeros recuperen para salir a atacar-, el compromiso del jugador lejano
que reciba la pelota es cederla en buenas condiciones a cualquiera de los
compañeros que van saliendo del repliegue. Ceder el pase al primer toque
durante la transición garantiza la adición de unidades al ataque y libertad al
receptor de decidir, con el campo de frente, por dónde avanzará la jugada. Pivotear
para atraer e impulsar la persecución hasta el arco contrario.
Una de
las fortalezas que le ha permitido al Rei
de Copas instalarse en la final continental ha sido su organización
defensiva. Su estricto orden en el repliegue, constantes vigilancias e
imponentes anticipaciones desde sus defensores centrales componen un bloque
difícil de quebrantar. A sus ataques no se añaden muchos futbolistas. Sus
centrales no muestran vocación ofensiva y de sus laterales sólo hay un llegador
constante (Bruno Cortez). Al jugar con dos centrocampistas, entre sí se
reparten la responsabilidad de sumarse al ataque, pero nunca se sueltan los
dos. Ergo, equipo conservador.
Paciencia,
posesión, amplitud, juego interno, frecuencia de movimientos; indicadores del
juego granate. Al mando de Jorge Almirón, Lanús se ha destacado como un
conglomerado obsesionado por superar a sus rivales en la mayor cantidad de
situaciones sobre el terreno de juego. Portando la bandera del fútbol
posicional, han conseguido mantener un proyecto futbolístico que hoy consigue
una nueva final.
La permanente búsqueda de la
superioridad numérica para superar las líneas de oposición del contrario hace
parte de sus mandamientos futbolísticos. Ser más en la salida para que el rival
caiga en la trampa: atracción para penetrar la presión y avanzar metros juntos.
La utilización del portero Esteban Andrada es imprescindible en esta fase. Si
el rival presiona con dos (como es el caso de Grêmio, suponiendo que presione la salida), Lanús puede avanzar con ayuda del
portero y los centrales abiertos (3 vs. 2) o, si se complica la superación,
añadir al mediocentro (4 vs. 2) formando un rombo. Movimientos comunes en su
iniciación de juego.
La amplitud que ofrecen sus
extremos bien pegados a la línea de cal permite que los pasillos internos se
tornen más accesibles. Este escenario favorece a los futbolistas que conforman
el mediocampo granate (Iván Marcone, Román Martínez y Nicolás Pasquini),
quienes poseen mayores oportunidades de hacer daño por dentro si las líneas se
estiran con el posicionamiento de Lautaro Acosta por izquierda y Alejandro
Silva por derecha.
La alta frecuencia de movimientos
también es un gran problema para sus adversarios; laterales que rompen hacia
dentro, recorridos para ubicarse entre líneas y/o a diferentes alturas, “si
vengo es porque voy, si voy es porque vengo”… Serie de distracciones que hacen
más difícil mantener ordenada la estructura defensiva de sus contrarios, algo
que puede hacerle mucho daño a un equipo como Grêmio en esta final.
A pesar de que Lanús ha
atravesado un bajón en su nivel de competencia en el tiempo reciente, rastros
de buen juego han aparecido en momentos importantes de su andar por la Copa. Un
equipo potenciado por las ganas de hacer historia del que Grêmio se tendrá que cuidar para
no sufrir en demasía.
Partiendo
de su idea central, el equipo de Renato Gaúcho tendrá que estar bien preparado
desde su repliegue y permanecer muy atento en las vigilancias. También será
necesario anular los circuitos ofensivos de Lanús para salir a gran velocidad
en busca de la portería de enfrente. Instalar el bloque muy abajo no se antoja
recomendable; sí mejorar sus comportamientos a la hora de presionar y/o
recuperar la pelota. Evitar convertirse en un equipo largo. Ser muy eficientes
en ataque. Y claro, aspirar a que la suerte los acompañe.
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