Juan Pablo Gatti (@GattiJuan)
Ramón Armando
Cabrero Muñiz nace en España (en
Santander, Cantabria), pero es argentino por adopción y, sobre todo, historia
viva del Club Lanús, un equipo que
va a por disfrutar el momento más grande de sus 102 años de vida ya que va a disputar
por primera vez la gran final de la Copa
Libertadores de América; pero esto no es casualidad: todo comienza con ese
hombre de aspecto afable y que parece haber nacido para llevar el cabello cano.
Cabrero jugó (1965-1968) y drigió
(1987-1988) en el club granate, por
lo que parte de su corazón estuvo íntimamente ligado a la institución del sur
del Gran Buenos Aires. Luego dejó el fútbol a mediados de los noventa para
estar cerca de los suyos (colocó un local de ropa), aunque recibió primero un
llamado para dirigir en las inferiores de Racing - gracias a su amistad con el
“Panadero” Díaz, que lo llevó a trabajar con Alfio Basile - y, finalmente, en
el 2003, volvió al equipo que amó durante su vida. Se forjó junto con los
“pibes” por dos años, hasta que, en el 2005, lo llamaron para que dirigiera a
la primera, opción que tomó con gusto junto con un joven Luis Zubeldía como
ayudante.
Con él en el banco de suplentes,
Lanús comenzó a transitar los que son los mejores años de su existencia. Si
bien lograron llevarse en 1996 su primer título (Copa CONMEBOL), fue a partir
de esta piedra angular cuando comenzaron a hacerse un nombre tanto en el fútbol
argentino como internacional. Los granas,
escuela histórica de buen juego, sería subcampeón en el Clausura 2006 y campeón
en el Apertura 2007 de la mano de jugadores como Lautaro Acosta, Marcos Aguirre, Carlos Bossio, Agustín Pelletieri,
Diego Valeri y José Sand.
Esta base de jugadores le daría
consistencia a una identidad de juego, en donde el toque rápido, la presión y
el tener siempre la iniciativa serían algo que los hinchas comenzarían a ver
cada vez más seguido. Así, el ver a Lanús compitiendo cada vez más seguido en
torneos internacionales (y luchando siempre puertas adentro) dejaría de ser
algo inusual para convertirse en “lo exigido”.
Desde el 2006 la escuadra granate
competiría en ocho Sudamericanas y en seis Libertadores. Si bien en estos certámenes
pasaría sin pena ni gloria, cada nueva participación iría construyendo la base
para algo más grande. Y eso más grande ocurriría en el 2013, cuando el equipo
de Guillermo Barros Schelloto - que
estaba haciendo sus primeras armas como entrenador - comenzaría a eliminar, de
manera callada, a Racing, Universidad de Chile, River y Libertad, para
plantarse en la final ante la revelación, el Ponte Preta. El conjunto brasileño
lucharía con coraje, pero no le alcanzaría para frenar el poderío de los Agustín Marchesín, Paolo Goltz, Ismael
Blanco, Oscar Benitez o Santiago Silva.
En el 2014 llegarían hasta los
cuartos de la Libertadores, su mejor instancia hasta la fecha, pero perderían
la Recopa Sudamericana y la Suruga Bank, aunque el tercer puesto en el Campeonato
2014 auguraba grandes logros nuevamente.
Y este proceso que inició
Cabrero terminó de explotar a partir de la llegada de Miguel Almirón, quien cambió algunas cuestiones con respecto a los
equipos del Mellizo (entre otras
cuestiones ahora el equipo tuvo más la pelota en su poder, siendo más
colectivista); pero mantuvo intacto el mantra de esta última década: luchar
siempre, pero con el balón en los pies y mirando a todos a los ojos.
Es por ello por lo que, al
mantener una constancia a lo largo de tantos años, no se puede hablar de
“milagros” a la hora de explicar el porque Lanús está en una final de
Libertadores, sino que esto es el fruto de un trabajo serio llevado a cabo por
todos, desde los dirigentes hasta los jugadores, pasando incluso por los
empleados del bar. El Campeonato, la Copa Bicentenario y la Supercopa 2016
vinieron a confirmar al granate como
un peso pesado a nivel argentino, aunque faltó el paso final, la conquista del
continente. Zulia, Chapecoense, Nacional de Montevideo, The Strongest, San
Lorenzo y River fueron partícipes de esa explosión final de los Acosta, Sand, Diego Bragheri, Ivan Marcone,
Alejandro Silva o Román Martínez.
El histórico 4-2 ante River en
semifinales (luego de ir perdiendo 0-2 en el primer tiempo y 0-3 en el global)
ocurrió un 31 de octubre, y aunque el gozo fue inexplicable en la ciudad
bonaerense, la alegría no consuigió ser completa ya que apenas unas horas
después falleció Ramón Cabrero. Si, como si del cierre de un ciclo se tratase.
Si Lanús esta hoy donde está es
en gran parte gracias a Ramón Cabrero, que dio todo para restaurar una
identidad en el club que parecía olvidada. Porque, si un día al equipo se lo
conoció como los globetrotters o los
albañiles fue justamente por un estilo elegante, ofensivo, de galera y
bastón. Y es esa identidad la que gestó el momento más importante de la
historia de un club que no para de crecer.
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