Gabriel
González (@Gabochini)
El
juego debe entenderse como un todo; fraccionar una actividad en la que cada
fase está fuertemente relacionada una con otra puede resultar muy peligroso.
Dentro de un proceso encadenado como el fútbol, donde las expresiones influyen
de manera directa o indirecta en lo global, disecar cada momento como hechos
aislados nos hace vulnerables ante la confusión. José Mourinho verifica y
apunta que “el defender bien no puede estar separado de hacer bien la
transición ataque-defensa, la cual, a su vez, tiene mucho que ver con atacar
bien”. Atender cada situación teniendo en cuenta el hilo conector del juego.
Cada
propuesta futbolística labra sus diferencias sobre el resto cuando se exponen
sus respuestas para cada situación presentada por el juego. En el entramado
defensivo existen diversas réplicas para contrarrestar las intenciones
contrarias; la presión tras pérdida pertenece a ese baúl de opciones.
La presión
tras pérdida se define como un movimiento colectivo y defensivo donde
el/los futbolista(s) va(n) sobre el poseedor después de haberse efectuado el
despojo del esférico, siguiendo un libreto previamente establecido. La conducta
de esta acción es reactiva, entendiéndose por este concepto el paso de un
estado de imperturbabilidad a otro de actuar instantáneamente en función de
robar la pelota o, por lo menos, dificultar la progresión del rival.
Entender
lo anteriormente mencionado nos sirve para entrar en contexto del contenido.
Una de las formas para cumplir la PTP es reunir a los futbolistas más cercanos
sobre la zona de pérdida para intentar recuperar la pelota. Si no se logra el
objetivo principal, al menos se debe conseguir acortar el espacio/tiempo de
juego del poseedor, buscando el apresuramiento en su toma de decisiones, y
cercarle el panorama para evitar la desactivación del pressing o
el avance de líneas, asociándose con los compañeros alejados.
Los
equipos basados en propuestas posicionales normalmente ejecutan de esta manera
su presión tras pérdida. “Viajar juntos” forma parte de los cánones en
la práctica del juego de posición; si la progresión hasta terreno rival se
produce y se instala el ataque, el acercamiento existente entre los futbolistas
participantes en ofensiva permitiría que este tipo de presión resultase
efectivo (siempre según el contexto y el desarrollo del ataque, quien es el que
condiciona la forma de defender; no se puede disociar el ataque ni de la
defensa ni de sus respectivas transiciones). En el siguiente ejemplo se muestra
cómo luego de un ataque posicional los jugadores más cercanos al escenario de
la pérdida activan la presión y rodean al que dispone del balón.
Es
evidente que la presión obliga a una buena cantidad de jugadores a obstaculizar
el horizonte del que tiene la pelota, por lo que pueden correrse riesgos si el
poseedor logra conectar con un alejado y este tiene la posibilidad de avanzar.
A diferencia de una presión individual, en esta situación no hay oportunidad de
temporizar con la marca porque el que la tiene debe escapar del
arrinconamiento, sea en conducción o pasando la pelota, en cuestión de
segundos. La respuesta debe ser casi inmediata para sorprender al conglomerado
que va al acoso.
Este
es un modo de presión muy ambicioso y, si se cumple el objetivo principal,
puede ser muy ventajoso para lastimar al equipo contrario. Allí reside su gran
ventaja. Si la recuperación es exitosa, se pueden elegir dos corrientes: seguir
distribuyendo el balón cerca del arco rival hasta hallar el espacio para entrar
o cargarse de vértigo e ir directamente a dañar acompañado de los colaboradores
en la presión (teniendo en cuenta la situación y ubicación en la que se produce
el robo). Y dentro de cada corriente está la razón de ser de este movimiento:
sustentar el ataque.
Este, como los demás, es un camino válido para enfrentar
las adversidades que presenta el contrario. En la presión tras pérdida tampoco
debe minimizarse el valor de la voluntad que deben adquirir los jugadores
responsables de realizarla. El sacrificio, compromiso y la convicción impulsan
el buen desarrollo de esta conducta y son esos los motores que deben acompañar
al colectivo. Los movimientos tácticos también lo demuestran: el fútbol es
riqueza.
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