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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

Son pocas las horas de fútbol que sobran en la mayoría de ligas alrededor del mundo. Varias plantillas ya conocen cual será su destino luego de las vacaciones que se avecinan, otros aún tienen chance de cambiar el rumbo (salir campeones, clasificarse a un torneo internacional o mantener la categoría). En estas alturas, la temporada no da abasto para cambios en el comportamiento colectivo. Si el fútbol fuese como un juego de ajedrez, siempre habría la misma cantidad de piezas en el tablero en cada partida. No es así. Muchos de los trabajos y variantes que vemos en estas instancias ya han sido contempladas anticipadamente por los técnicos.

Un ejemplo  de ello es el Real Madrid jugando la Champions League con Sergio Ramos volante 5 y Chicharito triangulando con Cristiano y James. Ancelotti sabía que un día no iba a poder contar con Karim Benzemá y Luka Modric. Y esto no se le ocurrió luego de una noche de profunda inspiración; lo manejaba desde la pretemporada. Un verdadero jefe del banquillo sabe responder y brindarle a sus futbolistas lo que necesitan para darle coherencia a lo prestablecido, incluso con bajas vertebrales (Marcelo, Modric, Bezemá y Bale) como las que presentaron ante tu rival de la esquina.

Los técnicos, o por lo menos los que tienen visión a largo plazo, suelen crear escenarios para que sus piezas sepan congeniar en cancha a falta de varios jugadores. Suelen durar poco los que adaptan un sistema en base a una individualidad. Cuando su puesto peligra, el repunte funcional del equipo debe salir a flote rápidamente. Un equipo que juega siempre a lo mismo suele caer por la inercia de la fatiga cognitiva, por eso debe saber renovarse en su idea alrededor de la temporada. Las lesiones, suspensiones y jugadores en horas bajas limitan la convocatoria cada vez con más frecuencia. Es el momento más complicado para los estrategas, acá es donde suelen demostrar su capacidad de resolución.

El ritmo, la intensidad, la acumulación de esfuerzo y la presión de los partidos es creciente. Los días para jugar bien y desplegar el estilo de juego que se plantearon en julio pierden peso en la cabeza de aficionados y directivos. Ahora se trata de ganar. Cualquier medio sirve para cumplir -o superar- las metas trazadas; aunque las victorias brillantes dejan en evidencia que la identidad trabajada fue fomentada con éxito según el contexto.


Todos estos factores son fricciones comunes al final del calendario. Equipos que han mostrado buen funcionamiento o se han aferrado a su línea de trabajo pueden desmoronarse, mantener el nivel o superarse ante estas circunstancias. Una de las claves para triunfar, o por lo menos no fracasar, radica fundamentalmente en comprender lo que demandan estas fricciones; en otro orden de ideas, saber interpretar el momento futbolístico. 

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